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Els Folls retoman el poder en Camp de Mirra

La hermandad toma el control del municipio y recupera la tradición de imponer multas a los vecinos por trasgredir las normas impuestas

Els Folls retoman el poder en Camp de MirraJesús Cruces

La hermandad de «els Folls» de Camp de Mirra ha vuelto a renacer, tras más de cinco años sin actividad. La tradición centenaria se ha recuperado por un grupo de jóvenes que tomaron el poder durante algo más de 24 horas y dictaron las nuevas normas que todos los vecinos debieron respetar sin posibilidad de queja. El alguacil, con su cornetín en la mano, recordó que «tenemos el pueblo tomado todo el fin de semana».

El sábado entraron en el Ayuntamiento, donde se encontraban reunidos los concejales y arrebataron, en un golpe de estado, la vara al alcalde de la villa, el popular Juan Sempere. Los golpistas aupados en el poder indicaron que «se resistió a darnos el mando, pero no le quedo más remedio».

El nuevo gobierno establecido designó los distintos cargos: el alcalde, el alguacil,el cura, el secretario, el juez de paz a los que acompañan la Guardia Civil y un grupo de payasos. Todos ellos, ataviados con sus uniformes, conforman la hermandad de «els Folls».

A partir de ahí, desde el balcón del Ayuntamiento anunciaron el nuevo gobierno y dictaron una serie de normas absurdas de obligado cumplimiento.

En la mañana del domingo, «els Folls» recordaron con petardos y la música de la colla «Bassa la Vila» de Biar que eran los dueños de la población. Después, a la entrada de la misa dominical, los distintos cargos sentados en una mesa, esperaban a los feligreses que pagaron la multa oportuna por no acatar las nuevas normas. Unos eran multados por pasear al sol mientras otros lo eran por caminar a la sombra. Unas sanciones que, por primera vez, en lugar de dedicarlas a la iglesia se han destinado a la Asociación de Discapacitados Psíquicos de Villena y comarca (APADIS).

La fiesta en Camp de Mirra finalizó con la subasta de los donativos entregados por los vecinos, en su mayoría dulces, licores o alimentos y el baile. En el momento de la danza la hermandad también hace de las suyas, animando a los asistentes para que pujen porque vecinos que tienen una enemistad manifiesta bailen juntos. Si estos finalmente no quieren aceptar la decisión deben pagar una cantidad de dinero igual o mayor a la de la puja.

La hermandad, además de reinstaurar la fiesta, este año ha permitido que la cena y la comida que preparan sea abierta para toda la ciudadanía. Más de un centenar de vecinos en una población de menos de 400 asistieron la cena del grupo.

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