Si se confirma la decisión salvadora en los despachos con el presumible descenso administrativo del Mirandés, el Racing deberá estar agradecido al Hércules de por vida. Resucitado de forma increíble, el conjunto cántabro mantiene un hilo de esperanza gracias a la complacencia del grupo herculano, que en la segunda parte actuó como un buen samaritano para asistir y reanimar a un moribundo, inepto hasta la extenuación, apedreado desde la grada. El conjunto alicantino pasó de poder cerrar el partido en la primera parte con una clara y contundente goleada (un 0-4 antes del descanso no hubiera sorprendido a nadie en el Sardinero) a perder por tres goles de diferencia a manos de una banda desquiciada, desordenada y maltratada. El Hércules pasó de engullir a su enemigo con un juego vistoso, agradable y conjuntado a olvidarse del fútbol, desconectado y perdido, en un segundo acto que aprovechó el rival para golpear en tres ocasiones aisladas.

Durante los primeros 45 minutos, el Racing fue el fiel espejo de un equipo trastornado, flojo hasta decir basta, inútil en todas sus líneas, inoperante en grado superlativo. Al Hércules le bastó con mostrar finura, orden y seriedad para agujerear a un oponente asustado.

Tres palos, dos goles anulados, hasta ocho ocasiones claras dibujaron una primera parte absolutamente alicantina. Enfrente, únicamente desesperación e ineptitud. Ni el hecho de estar jugándose la vida aplacó la ira de la afición cántabra, indignada ante el dantesco espectáculo de su equipo hasta el punto de que antes de que concluyera el primer acto el grito de "jugadores mercenarios" retumbaba entre las cuatro paredes de El Sardinero.

Durante la primera fase, Portillo se paseó por el área enemiga como si fuera el salón de su casa. El madrileño envió dos balones a la madera y vio cómo se anulaba un gol aparentemente legal por un fuera de juego más que dudoso de Peña.

Con Escassi marcando una raya en el centro del campo, Nacho González repartiendo juego y Toti martirizando por la izquierda, el Hércules se mostró como un gigante ante el Racing, liliputiense y ridículo, incapaz de salir de su parcela ni de hilvanar media acción coherente. Ocasión tras ocasión, paridas todas con facilidad pasmosa, el grupo de Hernández se mostró muy superior al cántabro.

El Hércules campó a sus anchas ante un oponente con parálisis completa, trufado de futbolistas de madera, anulados por la presión de una grada hostil. Golpeó a placer, pero el balón no quiso entrar en la jaula. La actitud del Racing quedó retratada en la única acción digna de mención durante en el último minuto de la primera fase. Un mal despeje de Peña habilitó a Ferreiro para encarar al meta Juan Carlos con todo a su favor, pero al racinguista se le nubló la vista e, inexplicablemente, buscó la banda, asustado, como si quisiera acabar en tablas, escabullirse del problema de tener que marcar gol.

Al conjunto alicantino le faltó músculo para cerrar el encuentro en esa fase. Posteriormente se relajó en exceso ante el nulo cuajo del rival y el fútbol, con sus guiños extraños, se lo hizo pagar.

Los herculanos perdieron el hilo que, de repente, nada más salir de nuevo del vestuario. El Racing entró algo más mentalizado y el Hércules le dio ánimo. Ni siquiera tuvo el equipo cántabro que reconvertirse en un equipo gallardo. Le bastó dar un par de pasos al frente para frenar a los blanquiazules, que bajaron los brazos y abanicaron a su rival.

Sin hacer nada del otro mundo, Jairo envió a la red dos balones que le llegaron por la frontal para aniquilar un encuentro que cambió de color abruptamente.

Mutilado en una guerra que tenía controlada, el Hércules acabó desconcertado, sin saber ni cómo ni porqué encaraba la recta final con tres goles en contra cuando debía tener cuatro a su favor. Eso sí, pudo ganar un hermano para siempre si al Mirandés lo envían a la horca.

El Racing, pendiente de Disciplina Deportiva

El Comité Español de Disciplina Deportiva debe fallar esta semana sobre el recurso interpuesto por el Racing y Las Palmas acerca de la alineación indebida del Guadalajara, que contó con jugadores sub-23 que disputaron más de diez encuentros sin modificar su condición amateur. Tal denuncia ya no fue aceptada en una primera instancia ni por el Comité de Competición ni por Apelación. Si Disciplina Deportiva actuara de distinta forma, el Racing sumaría dos puntos más y, por lo tanto, superaría al Murcia en la lucha por la permanencia, circunstancia que le dejaría matemáticamente en Segunda División. t.c.santander