Luis Prats

i aquella temporada en Primera División a mediados de los setenta, en la que el Hércules perdía tantos puntos en casa como luego los ganaba a domicilio, y al Rico Pérez se le puso el sobrenombre de el campo «la teta», porque aquí chupaba puntos todo el mundo, a partir del domingo 26, se le rebautizará con el de campo «magefesa», pues el estadio herculano debe ser una auténtica olla a presión para recibir al Cádiz. Si en la tacita de plata fueron unos veinte mil cadistas, aquí debemos superar con creces esa cifra para apoyar al equipo en la conjura por la remontada, que comenzó con el pitido final del partido de ida.

Una olla a presión que noten los jugadores del Cádiz desde que salgan al calentamiento previo, una olla a presión que perturbe cada acción de los amarillos, una olla a presión que anime constantemente a sus colores, una olla a presión que sea preludio de una gran noche.No puede ni debe haber desánimo tras lo visto en el partido del Ramón de Carranza. El Hércules no fue inferior, en la mayor parte del partido dominó el juego, y solamente al final la desgracia se cebó con los blanquiazules.

Tenemos equipo suficiente para la remontada, tenemos un campo de Primera, tenemos una ciudad de Primera, que necesita que el Hércules pasee su nombre con dignidad y gallardía, tenemos una provincia, cuarta de España en población que llenaría el Rico Pérez en Primera, tenemos un club con historia para codearse con los mejores. No hay que desaprovechar esta ocasión, otro fracaso pondría a la institución al borde del precipicio. Ni un año más en la Segunda B, ni una temporada más de «turné» por los campos de césped artificial, ni una liga más enfrentándonos a los equipos filiales de media España.

Puede ser la gran noche. Será otra noche más en la historia herculana de las que ya nunca se olvidan. La afición podrá reír, bailar, soñar, disfrutando de la fiesta del ascenso. Y al despertar, comprobarán que ya hemos vuelto. Palabras proféticas para millares de alicantinos.

La noche del 26 de junio, cuando todavía queden suspendidas en el cielo alicantino algunas pavesas que huían de las llamas en la cremá, cuando el aire siga contaminado por la pólvora, cuando la ciudad siga en comunión con la exaltación del solsticio del verano, luciendo en sus noches estrelladas los fuegos artificiales, la afición herculana preparará su asalto a Luceros. Cuando todavía el eco de las mascletás continúe en la popular plaza alicantina, marcharán cientos de herculanos para otra banyá, que tuvo su preámbulo en la noche de San Juan tras la cremá.

La coincidencia con la noche electoral, con la noche de sumas y pactos para la gobernanza de España, no resta un ápice a la intensidad con la que la afición alicantina vivirá en sus carnes la pasión por su equipo. Al alba la incógnita ya estará despejada, como el cielo que muchos verán en su amanecer mediterráneo. Tras dos años sufriendo los rigores de la Segunda División B, el Hércules y su afición tocarán con su mano el ansiado ascenso. Con la perentoria necesidad de hacer valer el grito de ¡volveremos!, el aficionado olvidará en una noche, que pudiera ser grande, el «patiment» de toda una temporada en la que el equipo le ha dado más disgustos que alegrías. Siguen en la retina de los herculanos esos empates con LLosetense u Olimpic, esa amarga derrota con los filiales del Villarreal y el Barcelona, y esas entradas y salidas de la zona de promoción, que les hicieron dudar de la capacidad del equipo para conseguir el objetivo del ascenso durante gran parte de la temporada.

Todo sufrimiento quedará en el olvido, pues el broche final del ansiado ascenso borrará de un plumazo cualquier mal recuerdo. Tras la alegría incontenible deberá llegar la serenidad que permita ver el futuro con optimismo. El 27 sin más dilación, las personas comprometidas con el club deberán iniciar la planificación de la próxima temporada, limpiando el club de polvo y paja en una año que será vital para el Hércules. Cada cual deberá cumplir sus compromisos.

La afición ha cumplido con creces el suyo, estar con el equipo, con los jugadores y con la entidad cuando más se le necesitaba, llenando las gradas del Rico Pérez conforme el equipo avanzaba en eliminatorias. Ahora toca al resto. Al Instituto Valenciano de Finanzas dando el visto bueno al plan de viabilidad presentado por Juan Carlos Ramírez, al empresario vasco el de llevarlo adelante haciéndose con el control accionarial del Hércules; y a Enrique Ortiz le toca la despedida y cierre, haciendo valer sus palabras de que, si venía alguien con solvencia para hacerse con el equipo, él se apartaría. Ni una semana más con Ortiz en el Hércules, ni una semana más en la división del bronce del balompié español.

Convencidos de la remontada, convirtamos este domingo el Rico Pérez en una olla a presión. Goleemos al arco iris en una noche de resaca de Hogueras.

¡MACHO EL HÉRCULES!