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Un gol al arco iris

K.O. técnico

El centrocampista del Hércules Armando se lamenta el domingo en el partido ante el Levante B. |

Andamos sonados como el boxeador que lleva varios asaltos recibiendo por todas partes. Uppercuts, ganchos, jabs, y de nuevo vienen más series, acorralados en la esquina, con el rostro ensangrentado y el protector por los suelos. Mareado como patos, intentamos salir del acorralamiento, no nos llega la respiración, los oídos nos pitan, entre zumbido y zumbido oímos el gong, y como si fuéramos un pingüino intentamos alcanzar nuestro rincón, dando bandazos, sabedores de que esto no puede acabar bien, pero aún así seguimos, no nos damos por vencidos. Sudor y sangre se mezclan por nuestro rostro, hilos finos avanzan por el torso hacia los calzones. Con ayuda nos sentamos en el taburete esperando otro asalto, nos mira el árbitro intentando convencernos del abandono. Pero al sonar de nuevo el gong nos levantamos, y la pesadilla vuelve a cebarse con nosotros. Golpe a golpe, nublada la vista nos apoyamos en las cuerdas para no caer.

Es el séptimo asalto, está a punto de terminar, pero el árbitro, nos separa, nos lleva a nuestro rincón, llama a las asistencias y declara nuestro KO técnico.

Así nos sentimos muchos, yo diría casi todos los herculanos. Sonados al ver la clasificación. Diecisiete jornadas, Ibiza 37 puntos, Villarreal B 28, Alcoyano 28, Hércules 24. Falta una y un año más hemos perdido el asalto, de nada han servido los nuevos entrenadores y el nuevo mánager.

Hemos perdido por K.O. tras siete años en la segunda B. No damos crédito, pero los números no engañan. La aritmética no tiene trucos, no sabe de trilerismo.

Dos más dos son cuatro aunque alguien nos quiera vender que son cinco. La tristeza que cada fin de curso aplana nuestro ánimo aflora en nuestra vida, nos invade una sensación de hartazgo que se adueña de nuestras voluntades. Siete años, siete disgustos, siete decepciones, y llega el KO técnico, porque nuestra raza herculana impide el abandono, nunca tiramos la toalla, nos tiran, nos abandonan.

Aún así, seguimos con nuestros colores, elástica blanquiazul, calzones negros. Con nuestro escudo, rostro negro laureado. Lo que quizás necesitemos sea otro guía, otro Moisés que nos lleve a la tierra prometida de la Segunda División. Que nos conduzca hacia el centenario con dignidad, con orgullo de pertenencia.

Quizás el que sigue teniendo el cayado de poder, deba dejarlo a otro como el bíblico personaje que se quedo sin cruzar el Jordán. Hora es de tomar decisiones de verdad, no anuncios sin compromiso. La cruda realidad se impone, ya no son maléficas persecuciones, son hechos constatables.

La verdad no ofende. Cuanto menos se tarde en darse cuenta de que se acabó el combate, mejor para el boxeador que tendrá una nueva oportunidad de recuperar glorias perdidas.

De volver a escenarios que ya ni se recuerdan, que como en la vista del sonado boxeador se vuelven borrosos, deformados, difusos.

Queda la segunda fase para agarrarse a los dos puestos que den acceso a esa nueva tercera división que se ha dado en llamar Segunda Pro o con más recochineo federativo, oficialmente Primera División RFEF. Lo que parecía un recurso trilero se ha convertido en palmaria realidad.

Estamos al borde, pisando el último milímetro hacia un abismo al que se baja a velocidad de vértigo, pero que es de casi imposible la vuelta a la cima. La cuarta división sería el certificado de defunción.

El año pasado nos salvó la campana. Cuanto más se tarde en cambiar las manos que mecen la cuna, más difícil será justificar un justiprecio que hoy por hoy está en rojo y cayendo, cayendo… sin control.

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