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Grupo 3-D | Segunda Fase | Jornada 3

Hércules CF: Resurrección en el caucho (1-2)

El Hércules remonta en Cornellà gracias a dos acciones de Pedro Sánchez desde el córner, la primera de ellas un gol olímpico

Pedro Sánchez, responsable de los dos tantos, avanza con la pelota sobre el césped artificial de Cornellà.

Salvedades insólitas. Circunstancias excepcionales. Sonaba a lo de siempre y acabó siendo totalmente distinto. Los tres tantos sellados anoche sobre el caucho infame de Cornellà resultaron hiperbólicos. Uno lo firmó Agus Medina desde el mismísimo centro del campo. Los otros dos, Pedro Sánchez desde el banderín de córner, el primero de ellos, un gol olímpico que quedará, por raro, en la historia de la entidad. El segundo pudo serlo, pero se interpuso la cabeza de Pablo Fernández. Un autogol leve para completar una cita extraordinaria... se mire como se mire.

El Hércules logró remontar. Hasta ayer, únicamente lo había hecho una vez. El primer día, con el Atzeneta delante. Desde entonces, cada gol en contra se comportaba como una losa insalvable, como un batazo de acero en el centro de la boca. Las dinámicas, tozudas como un niño malcriado, no cambian de la noche a la mañana. En Lleida mostró una ligera variación; hace ocho días, confirmó la tendencia y, en un domingo difícil de olvidar, con público en la grada y todo en contra, la plantilla blanquiazul refrendó con hechos el discurso –a menudo poco creíble– de no renunciar a estar en la Liga Pro el año que viene.

Lo hizo reaccionando a tiempo, entendiendo que solo hay una manera útil de jugar al fútbol sobre un suelo de goma endurecida, áspero, desagradecido. Todo lo que se produce no debe incluir el bote de la pelota salvo si este se efectúa justo delante del portero. En el resto de situaciones, la norma es el error, el descontrol, el fallo tras fallo. Al Hércules le llevó 45 minutos atajarlo, y es poco si se tiene en cuenta lo mucho que cuesta digerir un gol encajado desde cincuenta metros.

Falcón no previó que algo así le pudiera pasar a él, pero sí, hasta a un portero de su categoría le puede ocurrir en el paraíso del caucho. Agus Medina rescató una pelota en la medular, avanzó un metro, levantó la cabeza, observó la posición adelantada del capitán herculano y, con un golpeó suave, sutil, dibujó con el empeine una parábola que acabó siendo el 1-0. Las distancias en Cornellà no existen. Si te lo propones, alcanzas el corazón de las áreas desde cualquier parte. Los saques de banda son córners y los córners medio gol... o dos.

Restaban 80 minutos, la vida entera hasta para un inofensivo crónico. Al bloque de Manolo Díaz le llevó un rato sacarse de la sesera el error de Falcón. Si te falla lo único que parece infalible, es normal que te dé flojera.

Abde, el único ajeno al desajuste anímico global, siguió buscando la chichonera de Ramón Juan. Con internadas, centros, presionando a los defensas, al portero... Fue el único. El Hércules cerró los primeros 45 minutos sin disparar a portería. Tuvo el control, se jugó a su ritmo, pero sin profundidad.

Manolo Díaz subrayó en el vestuario eso tan prosaico de «si no tiramos es imposible marcar». Caló el mensaje... menos mal. Primero, Abde, y luego, Manu Garrido pusieron a prueba los reflejos del heredero ocasional de Petr ech. Ellos creyeron y los demás les siguieron, eligieron querer.

El Hércules empezó a desperezarse, a encontrarse cómodo, a adueñarse de los balones divididos, a encontrar los espacios que quedaban libres a espaldas de la defensa. La entrada de Benja en el minuto 65 para suplir a Pastorini, inadvertido hasta ese instante, resultó crucial.

Más familiarizado con la moqueta sintética (y sobreexplotada) del Nou Municipal, el delantero de San Cugat ofreció soluciones acordes a la superficie. Jugó de espaldas, peinó balones, tiró desmarques y atrajo a los defensores para flexibilizar el ataque visitante.

Falcón compensó su despiste inicial deteniendo un disparo claro de Maxi a los 66 minutos. Ahí murió el empuje del Cornellà, acostumbrado a que nadie le discuta la intensidad en su campo. El Hércules siguió buscando a Benja hasta que lo encontró. El barcelonés convirtió un vuelo del balón en una asistencia. La sirvió de cabeza, pero Manu Garrido, solo, sin oposición, definió mal con la pierna izquierda. 

La cantinela sonaba idéntica a la de otras tardes, pero anoche cambió el estribillo. Pedro Sánchez colocó con mimo el balón junto al banderín. Observó. Tomó aire y armó la pierna. El esférico trazó un arco envenenado que se fue cerrando hasta que, después de golpear la hierba apócrifa, se coló dentro de la portería sin que nadie se opusiera. Gol olímpico para empatar, tan increíble como cierto. Los blanquiazules decidieron no conformarse. Valía con puntuar, es verdad, pero para lograr algo como lo que persigue el Hércules en esta segunda fase del campeonato hacen falta razones inesperadas.

Siguió atacando. Buenacasa, que entró para suplir a Manu, se volvió a encontrar, sin oposición, delante de una portería. Cruzó en exceso y desperdició una gran ocasión, otra. Todo apuntaba a capítulo cerrado hasta que, de nuevo, Pedro Sánchez volvió a verse en el córner de antes. Repitió la maniobra. Misma trayectoria (si no estaba ensayado lo parecía) e idéntico desenlace, esta vez, con la colaboración involuntaria de Pablo Fernández, que puso la cabeza, pero no evitó el gol. Tres puntos sanadores y segunda victoria. Queda faena, sigue lloviendo mucho, pero cae con algo menos de fiereza.

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