Wunderteam, en alemán “equipo maravilla”, fue el apelativo que se le dio a la Austria que fascinó a Europa con su juego en la década de los 30. Liderados desde el banquillo por Hugo Meisl y en el césped por Smistik, Nausch y la superestrella Matthias Sindelar dominaron el continente durante años. En el Mundial de 1934, solo la Italia fascista de Mussolini pudo con Austria en una semifinal llena de polémica disputada en San Siro. La siguiente Copa del Mundo, la de Francia 38, para la que eran claros favoritos, ni siquiera la llegaron a jugar. Tras la anexión nazi, Austria se retiró de la competición y diez de sus jugadores fueron llamados a filas -nunca mejor dicho- por Alemania. Nueve aceptaron cambiar de selección. Solo uno, Sindelar, se negó. Meses más tarde, en los albores de la II Guerra Mundial, el apodado “hombre de papel” aparecía muerto en extrañas circunstancias en su casa de Viena.

Alicante, finales de agosto del 36. Aunque apenas ha pasado un mes desde el Golpe de Estado con el que se inició la Guerra Civil, la aparente -y artificial- normalidad que se respira en las calles choca con el recelo y el temor por lo que está pasando y, sobre todo, por lo que puede pasar. Son los tiempos -también en la zona republicana- del “chivatazo”, de los escuadrones de la muerte y del temido “paseíllo”. Pero también son los del Hércules, un equipo que ha enamorado al país con su fútbol y que, en solo tres años, de la mano de Manuel Suárez -primero como jugador y después como técnico- pasó del barro de Tercera División a ser uno de los mejores equipos de España.

Quizás por su carácter reservado -vasco de Getxo- o tal vez porque el del principio era otro fútbol, Manuel Suárez de Begoña nunca tuvo el perfil de estrella. Ni siquiera en Alicante, donde tocó el cielo, fue muy reconocido. Forjado en la cantera del Arenas, militó en el Athletic de Bilbao, Athletic de Madrid y Betis, además de en el histórico club getxotarra antes de llegar al Hércules en 1932. Futbolísticamente, empezó como un delantero con mucha presencia física y potente disparo para acabar siendo un entrenador inteligente y buen motivador; ideológicamente, ser un reconocido falangista lo acabó matando. El 23 de agosto de 1936, Suárez paseaba por las cercanías del Portal de Elche cuando unos tipos le “invitaron” a subir a un vehículo para dar un paseo. Horas más tarde yacía de un tiro en la nuca en una cuneta cercana a Aigües. El horror de la guerra había arrebatado la vida al entonces técnico blanquiazul y, poco tiempo después, también se llevó los sueños de gloria del “wunderteam” herculano de los años 30. Pero esa es otra historia, precisamente la que vamos a contar ahora...

1933-1934: EL PRIMER (Y DESCAFEINADO) ASCENSO

Tras la primera campaña exitosa de su historia (con la consecución del Campeonato Regional murciano), el Hércules se disponía a iniciar la temporada 33-34 con más ambición que nunca y un doble objetivo: revalidar el Regional y ascender a Segunda. Para ello, conservó la base del año anterior y se reforzó poco pero con mucho acierto en varios puestos claves. Como por ejemplo en la portería. En el “año cero” post Jover -recordemos que “el Plancha” había sido portero del club desde los partidos callejeros- llegó José Pérez, un meta de buena planta y mejores reflejos. Junto a él, llegaron para el centro del campo otros dos canarios: Múgica y Juan Antonio Pérez “Tatono”. Mientras el primero se caracterizaba por su continua brega, el segundo fue lo más parecido a un “todocampista” del siglo XXI en el fútbol primitivo. Incisivo, sobrado de coraje y no exento de técnica, Tatono y su inseparable pañuelo en la cabeza se ganaron un sitio en la historia del club. Más adelante verán por qué…

La temporada daba comienzo, como era habitual, con el Regional murciano, competición donde el Hércules defendía el título y era claro favorito a revalidarlo. Sin embargo, pese a las buenas victorias ante Real Murcia y Cartagena y las goleadas ante el Imperial (10-1) y el Elche (5-0), el único punto conseguido en las dos últimas jornadas del campeonato condenó a los blanquiazules al segundo puesto. En la Liga de Tercera tampoco llegó a cumplir del todo las expectativas y finalizó en una discreta cuarta posición que, sin embargo, tras la remodelación de ligas que acometió la Federación, le dio el ascenso a Segunda en los despachos. Finalmente, fue la Copa de la República de 1934, seguramente la competición en la que menos se esperaba brillar, la que puso un buen broche a la irregular temporada del Hércules: tras eliminar al Tenerife y al Deportivo, los de Manuel Suárez (que tuvo el rol de jugador-entrenador aquel año) cayeron eliminados en cuartos de final, dando la cara ante el València, al que incluso derrotaron en el partido de Bardín. Buen presagio de lo que estaba a punto de pasar…

1934-1935: BLÁZQUEZ ABRE LA PUERTA DE ÍTACA

Animados por el buen papel que se acababa de realizar en la Copa, el Hércules de Alicante afrontaba su debut en Segunda División con ilusión pero con cautela. No en vano, el gris ascenso dejaba entrever dos cosas: había que mejorar la plantilla y era necesario pulir ciertos aspectos relacionados con la mentalidad del equipo. Para la primera de ellas llegaron dos buenos jugadores como el extremo Irles y el delantero Blázquez, procedente del Madrid CF (sí, sin “Real”, que son tiempos de la II República). Para la segunda, Suárez lo tenía claro: el Hércules podía, pero tenía que creérselo. El jugador-entrenador sabía que todo pasaba por recuperar, mantener y extender el espíritu de las eliminatorias coperas a toda la temporada 34/35. Solo así el equipo podría tener éxito.

Y así fue desde el principio, con el Campeonato Suprarregional (algo así como una Liga con los mejores equipos de las regiones levantina, murciana y andaluza), que finalizó con el Hércules CF en la cabeza de la clasificación empatado a puntos con Levante y Sevilla y por delante del Valencia. No estaba nada mal para empezar la temporada 34/35. Pero las expectativas, que ya empezaban a ser altas, se desbordaron en la Liga, donde realmente importaba. El Hércules de Alicante arrancó su andadura en el grupo III de Segunda División con ocho victorias en ocho partidos. Un pleno que no esperaban ni los más optimistas. Los chicos de Suárez se clasificaron para la fase final por el ascenso a Primera de una manera brillante. Ya en la fase decisiva, los alicantinos empezaron empatando ante Osasuna fuera y venciendo en Bardín al Sabadell y Valladolid por sendas goleadas. La derrota en Vigo ante el Celta entraba dentro de lo previsible, no tanto la de la Creu Alta en el partido de vuelta ante los arlequinados, con lo que los herculanos necesitaban al menos una victoria y un empate en los dos últimos envites ligueros para lograr el ascenso. ¿Los rivales en estas dos últimas jornadas? Valladolid (fuera) y Celta de Vigo en casa. En Pucela, los blanquiazules hicieron lo que tocaba. Partido serio y victoria 1-3, con gol de Tatono y doblete de Blázquez. Todo estaba a punto para el “duelo a muerte” en la arena de Bardín. En una semana Celta y Hércules se iban a ver las caras en una final por el ascenso a Primera en la que a los primeros solo les valía la victoria...

Real Madrid-Hércules. 2 de febrero de 1936. En la foto Ricardo Zamora, Luis Medina y Manolo Maciá VICENTE MESTRE

Estadio de Bardín, domingo 8 de abril de 1935. La “pequeña bombonera” registra un lleno total. Los ocho mil aficionados esperan con impaciencia que los veintidós protagonistas salten al campo. Y lo hacen. Célticos y herculanos ya pisan el tupido césped del estadio del barrio de Benalúa. Los alicantinos forman con el por aquel entonces 2-3-5 “de toda la vida” y que, hoy en día, solo es posible ver en los futbolines: Pérez, Orriols, Maciá, Salvador, Múgica, Moro, Tatono, Déniz, Irles, Roldán y Blázquez. En los jugadores y en el propio Suárez se mastica tensión pero también confianza y determinación. Este Hércules estaba hecho de otra pasta y lo iban a volver a demostrar.

El partido, desde el comienzo, se mostró áspero y poco agradable a la vista. El Hércules, aunque le valía el empate para ascender, llevaba la iniciativa. Salvador, Múgica, Moro y sobre todo Tatono habían tomado el control del choque. El Celta, sabedor de su inferioridad técnica, intentaba ensuciar cada minuto, cada lance del juego... La idea de Anacleto Peña, técnico celtiña, era mantener el cero en su portería e intentar ganar en alguna jugada aislada. Y hasta el minuto 29 todo le estaba saliendo a pedir de boca. Fue precisamente entonces cuando Irles, en una arrancada por la banda, cedió a Tatono, que pisó el área rival y cuando se disponía a disparar, fue tackleado por un zaguero céltico y el rechace le cayó a Blázquez quien, como buen killer del área que era, aprovechó el regalo y mandó el balón a la red: 1-0 y delirio en las gradas. Ahora el Celta necesitaba dos goles para dejar al Hércules sin ascenso. Durante buena parte de la segunda mitad lo intentó. Los gallegos dominaban, eso sí, sin crear ocasiones de gol. Por contra, el cuadro local, con el reloj como aliado, defendía con orden y contemporizaba la situación esperando que acabara el encuentro con el premio del ansiado ascenso. Y llegó el final con el pitido del mítico Pedro Escartín. Y con él la alegría en la grada, la invasión del terreno de juego, los abrazos, la emoción, las lágrimas… y la vuelta de honor de los jugadores por el césped con Vicente Pastor Alfosea a hombros. “El Chepa” había llegado a Ítaca en lo que bien podría haber sido un magnífico punto final. Pero no, aún le faltaban un par de puntos suspensivos. Y vaya puntos...

Escena del partido Hércules- Malacitano de Segunda División disputado en Bardín el 2 de febrero de 1935 VICENTE MESTRE

1935-1936: “Y LE LLAMAREMOS HÉRCULES PARA INFUNDIR RESPETO”

Rosalén (procedente del Júpiter), Aparicio (Levante), el internacional Goyeneche (Donostia), Mendizábal (Athletic de Madrid) y el costarricense Alejandro Morera (FC Barcelona) fueron los fichajes que hizo el club alicantino de cara a su primera temporada en la máxima categoría del fútbol español. Asimismo, Manuel Suárez -ya convertido únicamente en entrenador- conservó la mayor parte de los jugadores que habían hecho historia hacía escasamente unos meses, con lo cual había esperanzas más que fundadas de no pagar la novatada y mantenerse en Primera División.

La temporada 35/36 se inició, como de costumbre, con el Campeonato Suprarregional, donde victorias como la conseguida ante el Valencia CF y las goleadas al Elche (0-3 y 5-0) auparon a los alicantinos al subcampeonato. El Hércules demostraba estar preparado para el primer partido de Liga, en el que iba a recibir a un auténtico miura: el Madrid de los Zamora, Quincoces o Luis Regueiro. El estadio de Bardín, que se vistió de gala y sus dieciséis mil ojos comprobaron al final del partido dos cosas: que el fútbol es un deporte de once contra once en el que siempre gana el Madrid -aún sin merecerlo como aquel día- y, la más importante, que el Hércules de Alicante estaba al nivel de los mejores. Podía competir con quien fuera.

Así pues, tras la buena imagen ante los madridistas y la no tan buena ante Osasuna en la jornada 2 (derrota 3-0 en Pamplona), los alicantinos llegaban a la tercera jornada para medirse, ni más ni menos, al Athletic de Bilbao. Nadie daba un duro por los de Suárez pero estos, en una demostración de arrojo y comandados por unos inmensos Rosalén y Tatono, dominaron de principio a fin a su archifavorito rival en un partido vibrante que se decidió en la segunda parte. Corría el minuto 61 cuando los blanquiazules botaron una falta próxima el área bilbaína buscando la cabeza de Blázquez. Pero la fortuna quiso que el balón no llegara a su destino y sí a los pies de Tatono que, de un disparo duro y seco, adelantaba a los suyos y marcaba el primer gol de la historia del club alicantino en Primera División. El “hombre del pañuelo” se acababa de hacer inmortal.

Los minutos posteriores al gol del canario fueron de poder a poder pero el marcador ya no se movería, en parte por los palos y sobre todo por la magnífica actuación del portero visitante Blasco.

Partido contra el Celta disputado el 28 de abril de 1935 en Bardín que finalizó con la victoria y el ascenso a Primera del Hércules VICENTE MESTRE

Las siguientes jornadas de Liga no hicieron más que confirmar el potencial de este Hércules. Las señas de identidad de los de Suárez estaban claras: solidez defensiva con Maciá, Goyeneche y Pérez (uno de los mejores porteros del país); potencia y control en el centro del campo con Tatono como principal exponente; y dinamita arriba, donde el cazagoles Blázquez y el completísimo delantero Morera ponían ese punto desequilibrante que, a fin de cuentas, suele ser el que decide los partidos. Con estos credenciales, la fiabilidad en Bardín y algunas victorias históricas a domicilio, como la del Metropolitano ante el Ahtletic de Madrid o la de Nervión ante el Sevilla, a casi nadie sorprendió que los alicantinos acabaran la temporada de su debut en Primera empatados en el quinto puesto de la clasificación con el Barcelona, a solo siete puntos del campeón, el Athletic de Bilbao. Pero este no iba a ser el último hito del “equipo maravilla” de Manuel Suárez. Aún quedaba la Copa de la República que, como era tradicional entonces, se disputaba al término de la Liga. En la eliminatoria de octavos el Hércules se emparejó con el Sevilla. En la ida, victoria andaluza por 3-1. En la vuelta, Bardín rugió de nuevo y, en un gran partido, los blanquiazules ganaron 4-2 con goles de Tatono, Morera y un nuevo doblete de Blázquez. En el partido de desempate, disputado en Chamartín, los herculanos volvieron a ganar y se clasificaron para cuartos de final. En dicha ronda, el rival en suerte fue el Zaragoza. Empate a uno en tierras mañas y nueva exhibición en Benalúa (3-0). El Hércules CF ya estaba en semifinales de la Copa. En dicha ronda se enfrentó a un Madrid CF que se mostró inaccesible: la escandalosa goleada de la ida en Chamartín (7-0) hizo que la vuelta en Bardín fuese un trámite. Aún así, los locales se despidieron de un público entregado venciendo y convenciendo ante el que días después sería campeón de la Copa del Presidente de la República. Gran broche para un equipo que valía su peso en oro. Tal y como lo soñó el Chepa, aquel Hércules de 1936 infundía respeto a cualquier rival. Hasta el punto de que buena parte de la prensa deportiva especializada de la época, consciente del potencial del club blanquiazul, llegó a incluirle entre los favoritos a ganar la Liga de la siguiente temporada, la 36/37, precisamente esa que nunca se llegó a disputar...