La semana pasada contamos en El equipo maravilla cómo labraron su leyenda y cómo dieron sentido a aquello de “le llamaremos Hércules para infundir respeto”. Supimos cómo un grupo de hombres comandados -primero desde el césped y luego desde el banquillo- por Manuel Suárez pasaron en solo tres años de jugar en Tercera a ser uno de los mejores equipos de España. Unos hombres que, de no ser por el estallido de la Guerra Civil, perfectamente podrían haber dejado alguna Liga o alguna Copa que hoy daría lustre a la sala de trofeos de Foguerer Romeu Zarandieta. Unos jugadores, liderados por Maciá, Pérez, Tatono, Blázquez y Morera, a los que solo la barbarie y el estruendo de la guerra pudieron silenciar.

Desde el 17 de julio de 1936 hasta el 1 de abril de 1939, los balones se sustituyeron por fusiles y el estupor de los aficionados por las lágrimas de las madres que perdían a sus hijos en el frente; los centros a las áreas por los bombardeos más crueles y las más primitivas estampas de futbolistas por las fotos de las novias de los soldados que probablemente nunca volverían a ver. El fútbol, la más importante de las cosas menos importantes, dejó de existir por tres años. Y con él, el propio Hércules de Alicante. Pero, ¿qué pasó con los miembros del “equipo maravilla” en ese infame paréntesis? ¿Y después de él? ¿Qué fue de ellos?

PÉREZ

José Pérez García se reincorporó al Hércules tras el fin de la Guerra Civil y siguió siendo el amo y señor de la meta blanquiazul. Fue uno de los artífices del sexto puesto conseguido en Primera en 1940, lo que le valió para ser convocado por la selección española para el amistoso Portugal-España. El 12 de enero de 1941, el “Chorro” se convirtía en el primer internacional del Hércules y en el primer guardameta que defendía la portería de la Roja tras la etapa del mítico Ricardo Zamora. La responsabilidad de suceder al “Divino” era máxima pero Pérez cumplió con nota en Lisboa. Sin embargo, en dicho partido, recibió un puntapié en un ojo que, al cabo que de los años, le hizo perder visión y acabó lastrando su carrera hasta llevarle a la retirada.

GOYENECHE

Durante la contienda bélica, Ignacio Goyeneche Altuna se estableció en València y al finalizar la misma se incorporó al Gimnástico y después al Valencia CF, donde pasó dos años prácticamente sabáticos. Al término del segundo de ellos se retiró. Tenía solo 32 años.

MACIÁ

Manuel Maciá Sempere, también zurdo de ideas, se integró en el bando republicano al inicio de la Guerra. Durante la misma se exilió a Francia y jugó 4 años a gran nivel en el Niza. Posteriormente, a su regreso a España fue detenido, acusado injustamente de haber quemado una iglesia en Santa Pola y recluido en la cárcel de Benalúa. Allí se le concedió un permiso muy especial: podía salir de su encierro para jugar con el Hércules los partidos de Bardín. 90 minutos de libertad cada 15 días. Cuando abandonó definitivamente la prisión, siguió jugando en el club blanquiazul, rechazando múltiples ofertas de equipos como Real Madrid y Barcelona, hasta retirarse en 1948. El estadio de su Santa Pola natal y una calle en Alicante llevan su nombre.

Despeje acrobático de Maciá ante el Real Madrid INFORMACION

SALAS

Con el inicio del conflicto, Pascual Serapio Salas Usón -como tantos otros- se marchó a su Aragón natal (concretamente a Zaragoza). Allí permaneció hasta el fin del mismo, momento en el que regresó al Hércules de Alicante donde siguió jugando hasta su retirada en 1944.

ROSALÉN

Duro y luchador, Manuel Rosalén Bellón fue en la Guerra lo que era en el césped. Ni más ni menos. Combatió en el bando republicano, fue capturado y pasó un tiempo preso en el campo de concentración de San Sebastián. Todo hasta que un coronel catalán medió, tras finalizar la Guerra Civil, para que regresara a la Ciudad Condal y fichara por el Barcelona, donde jugó hasta 1944.

APARICIO

Cuando se reanudó el fútbol en todo el país, Antonio Aparicio Perales regresó

al Hércules C.F. donde permaneció hasta 1941. Después se marchó un año al Valladolid y finalizó su carrera deportiva en el Granada. Con los nazaríes disputó cuatro temporadas.

TATONO

La Guerra Civil le pilló de vacaciones en su Gran Canaria natal y se vio obligado a enrolarse en

el frente (ya pueden intuir en qué bando). Al finalizar la misma, Juan Antonio Pérez Rodríguez

-más conocido como Tatono- se reincorporó al Hércules de Alicante, vistiendo de blanquiazul hasta 1943, año en el que se marchó al Zaragoza. Colgó el pañuelo definitivamente en 1946 en el Salamanca.

Tatono y Pérez junto a Múgica INFORMACION

SALVADOR

Con el estallido de la guerra, Enrique Salvador Beltrán continuó en primera instancia en Alicante y al tiempo se marchó a su València natal, donde incluso llegó a ser concejal. Al poco de acabar el conflicto las autoridades franquistas le detuvieron por sus ideas políticas. Sin embargo, meses después fue liberado y volvió a vestirse de corto y, cómo no, de blanquiazul (jugó en el Hércules la campaña de la reanudación del fútbol en España -la 39/40- y la 40/41).

BLÁZQUEZ

Tras finalizar el conflicto bélico y debido a sus ideales republicanos, Emilio Blázquez Fuentes fue suspendido por dos años por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, con lo que no pudo volver a jugar hasta 1941. Ese mismo año se reincorporó al Hércules pero ya nunca volvió a ser el mismo. Ya en su plena decadencia futbolística jugó en el Yeclano, el Alicante y el Crevillente, donde acabó retirándose como jugador-entrenador en 1948.

MENDIZÁBAL

Enrolado en el bando sublevado, Ramón de Mendizábal Amezaga falleció con solo 23 años tras estrellarse el avión que pilotaba en Badajoz. Según fuentes propagandísticas franquistas su muerte se produjo en combate. Como dato curioso, actualmente da nombre a una calle que cruza con la de Manuel Suárez en una zona muy próxima a la ubicación del antiguo estadio de Bardín.

MORERA

El crack costarricense tenía claro que quería huir de una guerra que le era totalmente ajena y regresar a su país. Desde el inicio del Golpe de Estado, Alejandro Morera Soto lo tenía todo planeado: ante la imposibilidad de sacar dinero del banco, tenía que guardar todo lo que le quedaba en un cofre para poder pagarse el barco hacia Costa Rica. El plan perfecto. Con un único “pero”: el cofre desapareció (o más bien le fue robado) y el plan B salía a la palestra. Para conseguir comprar el billete de vuelta a casa huyó en tren a la ciudad portuaria de Le Havre (Francia) donde jugó un par de partidos remunerados. Tras ellos embarcó y se enroló en el Alajuelense de su ciudad natal. Allí, su fútbol y los 312 goles que marcó, le convirtieron en una leyenda. Tanto que en el estadio de Alajuela -al que da nombre- está enterrado su corazón bajo un monumento que honra su figura.

Morera INFORMACION.ES

SUÁREZ

Acusado de falangista, uno de los llamados escuadrones de la muerte le dieron “paseíllo”, sentencia y ejecución tras detenerlo en el Portal de Elche. Pese a que Manuel Suárez de Begoña era una persona conocida -y reconocida- en Alicante, únicamente cuatro personas fueron a su entierro. Sintomático, sin duda, de que ese miedo, que no entendía de ideologías y que inundaba todos los rincones de España, ya estaba plenamente instalado también en la Terreta.

Manuel Suárez INFORMACION