Tribuna

La rueca de Penélope

La afición del Hércules invade el césped instantes después de conseguir el ascenso.

La afición del Hércules invade el césped instantes después de conseguir el ascenso. / Áxel Álvarez

Mar Galindo

Mar Galindo

A veces hay que librar una larga batalla antes de emprender el regreso a casa. Quienes amamos el deporte lo sabemos bien: No hay épica sin sufrimiento. Es el sino del héroe: la gloria se alcanza muriendo en la lucha con honores, como Aquiles, o regresando victorioso al hogar, como Ulises. El centenario Hércules de Alicante lleva diez años peleando por volver al fútbol profesional, tantos como duró la guerra de Troya, y el espléndido triunfo de este domingo en el Rico Pérez, en una mañana de gloria y catarsis colectiva, le brinda la oportunidad de emprender el regreso a la categoría de la que nunca debió bajar. Cuánto tiempo demorará esa travesía hasta una liga más allá de la federación de fútbol, nadie lo sabe. Por mucho que Kavafis se empeñe en alargar el camino, el herculanismo lleva demasiado tiempo peleando contra cuantos cicones, lotófagos y cíclopes se han interpuesto en este tortuoso camino de vuelta. Ulises tardó otros diez años en volver a poner un pie en Ítaca. Y, como en la historia homérica, la afición blanquiazul se ha mantenido fiel a su equipo cual Penélope esperando pacientemente el regreso del héroe. Se dice que la esposa de Ulises tenía multitud de pretendientes que anhelaban sus riquezas, a los que despachaba diciendo que se entregaría a un nuevo esposo cuando terminara de tejer un sudario para su suegro. Todos daban por muerto a Ulises, pero ella confiaba plenamente en el retorno del rey. Penélope pasó veinte años tejiendo durante el día y destejiendo durante la noche, convirtiéndose en el símbolo de la fidelidad a su amado. La afición del Hércules ha dado estos años sobradas muestras de apoyo y fidelidad a su equipo aun en los momentos más bajos y frente a todas las adversidades que hallaba en el camino… especialmente, las que tenía en su propia casa, envuelta en un continuo canto de sirenas. Hemos visto a centenares de alicantinos tejer decepciones, derrotas y desesperanzas para luego destejer esos sinsabores antes de cada partido, haciendo kilómetros sin descanso, con el retorno de la ilusión y el amor incondicional a unos colores. La celebración en Luceros, que los más jóvenes aún no habían podido vivir, es la prueba de que Ítaca siempre estuvo en la mente y en el corazón de Ulises, como el sentimiento blanquiazul. Una temporada más, la rueca de Penélope sigue girando, pero esta vez será para tejer las costuras del renacer del equipo. Confiemos en no tener que destejerlas cada noche, tal como ocurre al final de la Odisea, cuando el héroe, por fin, regresa a casa. ¡Buen viaje de vuelta, herculanos!