La anunciada remodelación del Gobierno francés dio hoy su primer paso con la dimisión del primer ministro, François Fillon, que la presentó al presidente de la República, Nicolas Sarkozy, quien se la aceptó sin nombrar aún sustituto.

Se define así el largo proceso de cambio del Ejecutivo, que el propio Sarkozy adelantó el pasado julio y que ha dado pie a numerosas especulaciones sobre los cambios que el Palacio del Elíseo (sede de la Presidencia francesa) podría llegar a aplicar.

El presidente, sin embargo, no tenía intención de anunciar hoy el nombre del que será el nuevo primer ministro, que podría volver a ser Fillon de confirmarse las listas que los últimos días han manejado los medios de comunicación franceses.

La dimisión formal de Fillon y de todo su Gobierno sucede tras varias semanas de conjeturas sobre las posibilidades de que el ministro de Ecología, Jean Louis Borloo, encabezara el nuevo ejecutivo.

La línea de firmeza mantenida por Borloo durante las reiteradas y masivas manifestaciones y huelgas en contra de la reforma de las pensiones pusieron al ministro en cabeza de esas especulaciones, aunque Fillon ganó posiciones en esas conjeturas en las últimas jornadas.

La independencia con que se veía al primer ministro en relación con el inquilino del Elíseo jugaba en su contra, a juicio de los que han visto en el tan advertido plan de Sarkozy un intento por parte de éste de deshacerse de un rival que salía casi indemne de la quema por la fuerte oposición en la calle contra el proyecto de reforma de la jubilación.

Este nuevo Ejecutivo, o "gobierno de combate", como se le ha llegado a llamar, entrará en funciones por lo tanto al tiempo que Francia asume la presidencia del G-20 y su presidente se dispone a intentar recuperar posiciones en las listas de favoritos de los franceses para una eventual, y aún no oficialmente confirmada, nueva candidatura al Elíseo.