Crisis en el país persa

Un año después del asesinato de la iraní Mahsa Amini: una revolución sofocada pero no muerta

El funeral de la joven, fuertemente reprimido por las autoridades, fue la chispa final: durante los próximos meses y hasta casi primavera, las manifestaciones por todo el país fueron tan multitudinarias como violentas y mortíferas

Un año después del asesinato de la iraní Mahsa Amini: una revolución sofocada pero no muerta.

Un año después del asesinato de la iraní Mahsa Amini: una revolución sofocada pero no muerta.

Adrià Rocha Cutiller

Todo empezó con una pequeña vigilia y protesta ante el hospital de Kasra, en Teherán. Dentro, custodiado por la policía, estaba el cuerpo inerte pero aún con vida de la joven de 22 años Mahsa Amini. El 12 de setiembre, unos días antes, esta joven había sido detenida por la policía de la moral iraní por llevar el velo islámico "demasiado bajo". Según las autoridades iranís —aún mantienen esta versión— la chica murió sola en custodia, por un infarto provocado por "una enfermedad previa". Según la familia y las imágenes que salieron en redes sociales desde dentro del hospital, Aminí fue golpeada, apalizada, asesinada por los agentes de la policía de la moral que la detuvieron al salir del metro en el norte de la capital iraní. 

Ya no saldría nunca más del coma: la joven murió el 16 de setiembre, hace justo un año este sábado. En la puerta del hospital, tras la difusión de lo ocurrido, se formó la primera protesta. "¡Mataremos al que ha matado nuestra hermana! ¡Abajo con el dictador!", gritaban los pocos manifestantes reunidos. El funeral de Amini, fuertemente reprimido por las autoridades, fue la chispa final: durante los próximos meses y hasta casi primavera, las manifestaciones por todo el país fueron tan multitudinarias como violentas y mortíferas.

En la actualidad, aún ocurren algunas protestas esporádicas en Teherán, pero el movimiento, tras la enorme represión de la República Islámica —que no usó la policía sino un cuerpo paramilitar formado por exconvictos reconvertidos a la causa, los ‘basijs’—, ha sido sofocado. Lo que no significa que haya muerto. "El vigor de las protestas no debe de ser solo medido por el número de individuos que se reúnen en un momento concreto en el espacio público", escribe la experta del think tank estadounidense Atlantic Council, Holly Dagres.

"Cada día, mujeres iranís protestan al no ponerse el velo obligatorio a pesar de la amenaza de ser detenidas, perder su trabajo o incluso ser forzadas a limpiar cadáveres en la morgue como castigo. La generación de jóvenes iranís participa en esta desobediencia civil de las formas más ordinarias y diarias", añade Dagres.

Muertes y condenas

Según organizaciones de derechos humanos iranís, más de 530 personas murieron durante la ola de protestas por la represión gubernamental. Casi 20.000, además, fueron detenidas —algunos cientos siguen aún en custodia policial, o han recibido penas de cárcel por haber participado en las manifestaciones, que fueron tachadas de "complots internacionales" por parte del líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jameneí.

De los detenidos, ocho fueron condenados a muerte y posteriormente ejecutados. "Jameneí y los demás altos cargos del país mantuvieron un frente unido y decidieron no dar ninguna concesión a los protestantes, a sabiendas de que dar concesiones habría dado alas al movimiento de protesta", asegura Arash Azizi, politólogo iraní y profesor de la Universidad de Clemson, en Estados Unidos.

"Al mismo tiempo, sin embargo, muchos de los estrategas del régimen iraní son conscientes de que el descontento de la población sigue, y que el Gobierno deberá hacer algo al respecto. Aún así, el hiyab obligatorio sigue, y no parece que haya ningún plan de apertura política a corto plazo", continúa Azizi.

Penas más duras de cárcel

De hecho, el Parlamento iraní aprobó en agosto una ley para incrementar los castigos a las mujeres que no lleven el hiyab "correctamente". La nueva legislación prevé mayores penas de cárcel para las mujeres que incumplan el código de vestimenta, y abre la puerta a que el Gobierno iraní utilice la inteligencia artificial para buscar y castigar a las mujeres.

"Esta nueva ley solo tiene un significado: el 'apartheid' de género es ahora legal en Irán. El régimen tiene ahora recursos legales para tratar a las mujeres como ciudadanas de segunda clase", dijo en agosto la activista iraní en el exilio Masih Alinejad.