Entrevista

La presidenta de Médicos sin Fronteras: "En guerra, los ataques a una estructura sanitaria nunca son un accidente"

"En la vacuna del covid, los países del Norte bloquearon la liberación de las patentes y acumularon dosis sin importar el resto del planeta", afirma Paula Gil Leyva

Paula Gil Leyva, en el hotel de la Reconquista (Oviedo).

Paula Gil Leyva, en el hotel de la Reconquista (Oviedo). / Irma Collín

Pablo Álvarez

Paula Gil Leyva lleva dos décadas dedicada a la cooperación desde Médicos sin Fronteras (MSF), cuya sección española preside desde octubre de 2021. Diplomada en Enfermería, tiene postgrados en cuidados de urgencias prehospitalarias y en género e igualdad. Ha estado en Oviedo para asistir a la entrega del premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional a la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas (DNDi, por sus siglas en inglés), de la que MSF fue entidad promotora en 2003, con dinero obtenido del premio Nobel recibido en 1999. Paula Gil ha trabajado, entre otros países, en Angola, Mozambique, República Democrática del Congo, República Centroafricana y Sierra Leona.

¿Satisfecha con el premio Princesa a la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas?

Mucho. Es una organización que consigue tratar mejor a personas que están en una situación de vulnerabilidad extrema en lugares donde no hay recursos. Pero, además, demuestra al mundo que, más allá de los intereses farmacéuticos, que muchas veces están orientados solamente al beneficio, hay otra manera de innovar y de salvar vidas, que es con una investigación con conciencia y comprometida con las personas que más sufren.

En ocasiones, con inversiones pequeñas se puede beneficiar a muchísimas personas…

Claro, es que muchas veces no se trata solamente de una cuestión económica, es una cuestión de voluntad. Las personas que tienen la capacidad de mejorar la vida de la gente son los políticos, los que toman las decisiones... Y, a menudo toman la decisión contraria: seguir con una serie de dinámicas que marginan a las enfermedades olvidadas y centran la investigación en otro tipo de enfermedades, que se tratan en los países más ricos.

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¿Usted ve más responsabilidades en los políticos o en los laboratorios?

Al final todo está muy conectado. Con el covid se ha visto que cuando hay una voluntad política y una necesidad de desarrollar una vacuna en un tiempo récord, todo el mundo se ha puesto las pilas para conseguirla. Evidentemente, si no hay voluntad política tampoco va a haberla por parte de otros estamentos que lo que tienen, al final, es una voluntad comercial.

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Se habla de liberar las patentes de investigación...

Llevamos muchos años apoyando la liberación de las patentes y demostrando que una investigación paralela capaz de desarrollar nuevos tratamientos es posible. El ejemplo citado del covid es flagrante: fueron los países del Norte los que bloquearon la liberación de las patentes y acumularon dosis de vacuna sin importar lo que sucediera en el resto del planeta. Demostraron una vez más una corta mirada global, particularmente en términos de salud pública.

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Algunas voces objetan que la liberación de las patentes así, en seco, podría desincentivar la investigación...

El argumento de que una medida así frenaría la innovación es un reflejo evidente de este sesgo Norte-Sur. Sabemos que la liberación de patentes no es la solución definitiva, pero esto nos lleva a hacer reflexiones a medio y largo plazo de cuáles son los incentivos de la industria farmacéutica y la gobernanza para encontrar un mejor balance entre economía y salud. Si nos guiamos solamente por una cuestión de interés comercial, nunca se van a desarrollar medicamentos para enfermedades olvidadas porque afectan a países pobres y a personas pobres que no pueden pagarlos. Con la movilización de la sociedad civil, de determinadas industrias, empresas que sí tienen esa voluntad, juntamente con organizaciones humanitarias, con determinados sectores políticos, se consiguen los cambios. Esta iniciativa que ha ganado el Princesa de Asturias es una clara demostración de esto.

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¿Qué enfermedades desatendidas le duelen especialmente?

Todas me duelen por igual: el sida pediátrico es terrible, la tuberculosis, la leishmaniasis, la malaria... Además, suceden en lugares afectados por otros problemas como conflictos armados, desplazamientos... Cada una de estas enfermedades afecta a miles y millones de personas. Es un sufrimiento imposible de medir. He estado en contacto durante muchos años con pacientes de sida en Mozambique y sé que el impacto es devastador, particularmente en los niños y niñas.

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¿Qué noticias le llegan de Gaza? ¿Sabe algo directamente de sus compañeros?

Nosotros, Médicos sin Fronteras, trabajamos en los territorios ocupados palestinos, tanto en Gaza como en Cisjordania, desde hace muchos años. En Gaza estábamos trabajando en varios hospitales del norte. Tras el anuncio de Israel de evacuación obligatoria del norte, tuvimos que mover nuestros equipos internacionales hacia el sur por una cuestión de seguridad. Del personal nacional que tenemos, unas 300 personas, muchas de ellas huyeron con sus familias al sur, y nosotros estamos tratando de mantener el contacto con ellos, apoyarles, etcétera, aunque no siempre es fácil. Y hay un grupo de personal nacional que ha decidido continuar trabajando en los hospitales del norte, concretamente en el hospital de Al-Shifa...

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¿Cómo les va?

Lo que nos están contando es que hay una situación catastrófica. El hospital se encuentra absolutamente desbordado, con miles de personas de la población civil refugiadas allí... No pueden operar porque ya no tienen analgésicos. Hacen operaciones urgentes sin anestesia. Tienen pacientes con enfermedades crónicas, neonatos, gente que necesita diálisis, mujeres embarazadas que necesitan de una cesárea... No tienen apenas agua ni un mínimo de condiciones higiénicas. El Hospital Al-Awda, también en el norte, tuvo que ser evacuado en dos horas. Tras la evacuación, el hospital fue atacado. No hay ningún lugar seguro.

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¿Qué reclama Médicos sin Fronteras?

Nosotros queremos y podemos hacer más. Todos los materiales que tenemos posicionados en la franja de Gaza ya los hemos utilizados y nuestros equipos no pueden recibir nada más porque las fronteras están cerradas. Estamos preparando suministros y medicamentos para que, una vez que se consiga abrir la frontera, sean introducidos en el país. Es necesario que haya lugares seguros dentro de Gaza. No los hay para la población civil. El bloqueo, el asedio, tal y como está resultando, debe parar. Esto es completamente inhumano. Desde el inicio del enfrentamiento, el 7 de octubre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha contado 57 ataques a hospitales, centros de salud, ambulancias… Han muerto 16 sanitarios. Pedimos seguridad para las poblaciones, poder suministrar ayuda humanitaria y permitir que haya vías seguras y lugares seguros dentro de la zona.

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¿Y en Ucrania qué está sucediendo?

Pues en Ucrania sigue el conflicto, igual que sigue en Sudán, en Yemen, en Níger, en Mali y en tantos otros lugares que no aparecen en la prensa. La situación es muy difícil. De nuevo se acerca el invierno, con todo lo que eso implica. El año pasado Ucrania fue el país en el que hubo más ataques a estructuras de salud. En Sudán se están dando ataques a estructuras de salud de manera reiterada. En Jartum, por ejemplo, hemos tenido que cerrar un quirófano por seguridad y porque no podíamos mandar más suministros. La falta de respeto a la misión médica no es de ahora, es constante, y es importante que esto se sepa.

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A veces se habla de accidentes involuntarios…

Nunca es accidentado, no nos engañemos. Todo el mundo tiene las coordenadas de los hospitales... Bombardear una estructura de salud, una ambulancia, un lugar en el que se concentran personas refugiadas, bombardear una vía de evacuación, no es una cosa que suceda por casualidad.

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