Elecciones en El Salvador

Bukele: el 'Messi' del castigo que prima la seguridad frente a la justicia social

A los 31 años fue elegido alcalde de Nuevo Cuscatlá y tres años más tarde repitió la experiencia en la capital, en nombre del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)

Bukele saluda a Messi, durante su encuentro con los jugadores del Inter Miami /

Bukele saluda a Messi, durante su encuentro con los jugadores del Inter Miami / / @NAYIBBUKELE

Abel Gilbert

Inter Miami y la selección de El Salvador se midieron días atrás sin goles en el Estadio Cuscatlán, de la ciudad de San Salvador. El partido fue en rigor una anécdota. Lo importante para Nayib Bukele era tomarse una foto con Leonel Messi y los otros jugadores. Los saluda de uno en uno, formados en línea, como si entregara una medalla a los soldados. Luego la compartió en las redes sociales: el mejor jugador del mundo y el garrote mayor del planeta retratados en la previa de las elecciones presidenciales. El hombre que se reelige sin rivales tuvo miles y miles de 'likes'. Los recibió en su cuenta de X como el anticipo de lo que sucederá este domingo en las urnas.

El hijo de un líder de la comunidad musulmana de El Salvador, nacido en 1981, en plena guerra civil, ha convertido su apellido en verbo y adjetivo: el Gobierno 'bukeliza', el castigo contra las pandillas y más allá 'se ha bukelizado', América Latina corre el riesgo de 'bukelizarse' cuando, desde la derecha, surgen voces que llaman a calcar el modelo represivo de ese pequeño país centroamericano con menos de 6,5 millones de habitantes, con 42,9% de pobres y 71.000 presos. El salvadoreño, complacido. No solo exporta una política punitiva sino una imagen: la gorra de béisbol hacia atrás, la ropa informal, el cuidado de su cabello. No hay zozobra que lo despeine.

A los 31 años fue elegido alcalde de Nuevo Cuscatlá. Tres años más tarde repitió la experiencia en la capital. Lo hizo en nombre del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Nunca creyó en su programa político. El FMLN fue apenas un momento de transición que le dio visibilidad. Al concluir su mandato se lanzó a la presidencia con palabras y conceptos que en el extremo sur han sido adoptadas por el anarcocapitalista Javier Mieli. Bukele se presentó como un hombre ajeno al sistema que, por lo tanto, rechazaba la "casta". Ganó los comicios como candidato de la ultraderechista Gran Alianza Nacional.

Instrumento de Dios

Así como el argentino Milei reivindica "las fuerzas del cielo" como protectoras de su cruzada, el salvadoreño se consideró un "instrumento de Dios". A su amparo divino intentó desde el principio hacer y deshacer a su antojo, al punto de tomar en 2020 una legislatura que le era adversa y que solo pudo dominar tras las elecciones parlamentarias de 2021, cuando su partido obtuvo la mayoría absoluta.

Es a partir de febrero de ese año cuando empieza verdaderamente la era Bukele. Sobre esa nueva relación de fuerzas destituyó a los integrantes del Tribunal Constitucional de la Corte Suprema y avanzó sobre los otros poderes del Estado. Las Fuerzas Armadas observaron la embestida con beneplácito porque ganaron en protagonismo. El presidente no tuvo obstáculos para convertir al Bitcóin en moneda de curso legal, modificar el Código Penal en su primera fase del combate contra las bandas Mara Salvatrucha 13 y Barrio 18, y deslizarse sin contratiempos hacia una nueva normalidad: el estado de excepción.

El 'modelo Bukele' tuvo dos fases: primero, la negociación secreta con las pandillas que habían surgido en California a fines de los 70 y que se reimplantaron en El Salvador tras masivas deportaciones. Luego, el enfrentamiento en todos los órdenes. Bajo la bandera de la lucha contra el delito comenzaron las violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Capturas de personas inocentes, arrestos provisionales de más de dos años, torturas, juicios virtuales sin testigos, muertes sospechosas en las unidades penitenciarias.

Erradicada la cultura de la extorsión

Bukele se ha mofado de manera sistemática de los señalamientos y denuncias: las considera apenas errores estadísticos de una empresa descomunal. Se ampara además en números que cree irrefutables. El Salvador tenía una de las tasas de homicidios más altas del planeta: 103 muertos por cada 100.000 habitantes. En la actualidad se reportan 2,4 casos letales por la misma proporción de personas. La cultura de la extorsión de las bandas ha sido erradicada.

El presidente, que se siente un 'Messi' de la política punitiva, es el rostro aguerrido de un país profundamente injusto y que, más allá de las megacárceles y las ciudades controladas por uniformados no ha podido resolver sus desigualdades. Oxfam ofrece datos concluyentes al respecto: 160 familias acumulan una riqueza equivalente al 87% del PIB.

Canto a sí mismo

Bukele le gusta cantarse a sí mismo. Pero el presidente no tiene quien escriba sobre él en términos apologéticos. Y cuando la ficción retrata la realidad no parece gustarle. Michelle Recinos, de 25 años, ha sentido la experiencia del enojo. Su libro 'Sustancia de hígado' es objeto de aversión estatal, especialmente por uno de sus relatos, 'Barberos en huelga'. Ellos se han quedado sin ayudantes. "Todos estaban en algún centro penal" desde el momento en que se lanzó la lucha sin cuartel contra los delincuentes, dice la obra que añade: "Los soldados estaban por todas partes". La ola de capturas tuvo su consecuencia. Cerraron 500 barberías. Un día, la narradora de la historia escuchó que su madre le explicó el secuestro de su primo. Recinos es también periodista.

En 'Daisy Miller', la autora recrea un caso real, el de un expolicía que tenía un cementerio clandestino en el patio de su casa. Se enteró por su tarea periodística. "Me encontraba con madres que llegaban a la casa esa a preguntar si ahí, entre los restos que iban exhumando, estaban sus hijas, hijos u otros parientes. Madres para las que el anuncio de una fosa clandestina significa alegría y esperanza de encontrar, al menos, los restos de sus desaparecidos". Recinos sabe que debe escribir aquello que el presidente no quiere escuchar. "Para mí, el silencio no es opción. Si no lo digo, reviento", añade.

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