Presión en el sur

La guerra contra Israel se ceba con la frágil economía del Líbano: "La gente está empezando a perder sus trabajos"

El sur del Líbano concentra dos de los principales sectores que sostienen el frágil sistema económico libanés, como son el turismo y la agricultura, y, por eso, es también escenario de su debacle

Un imagen de archivo de enfrentamientos entre Israel y Líbano durante la guerra de Gaza.

Un imagen de archivo de enfrentamientos entre Israel y Líbano durante la guerra de Gaza. / EP

Andrea López-Tomàs

La arena en la playa de Tiro yace desierta. Mientras, las olas impactan contra ella rabiosas por la soledad. Nadie viene a visitarlas ya. Esas mismas aguas que antes amenizaban guateques, las que servían de fondo de retratos nupciales o decoraban instantáneas de puestas de sol y combinados bien cargados. Esas mismas olas se revuelven por el abandono en el lluvioso invierno libanés. No muy lejos de aquí, los tambores de guerra siguen sonando. Las aguas mediterráneas que esconden restos de ciudades antiguas han dejado de ser el reclamo turístico de un país entregado a las visitas como principal forma de ingresos. Ahora, son el retrato de un Líbano en guerra, abandonado a su propia suerte. En la principal ciudad del sur del país de los cedros, reside el reflejo de un pueblo entero que, antes del 7 de octubre, ya sufría la peor crisis económica del mundo desde 1850, según el Banco Mundial.

"No hay turistas, no hay nada, nadie viene", lamenta un barman en el hotel más codiciado de Tiro. Ahora, son una veintena de personas trabajando para dos huéspedes. De las 14 habitaciones siempre disputadas en tiempos de paz, sólo hay una ocupada. "La gente está empezando a perder sus trabajos, esto aquí no es normal", cuenta a El Periódico de Catalunya, del grupo Prensa Ibérica, este joven de 21 años que prefiere no compartir su nombre por seguridad. La soledad en las playas de Tiro, agravada por un halo de sospecha creciente, alcanza sus calles, sus plazas, sus hoteles, sus restaurantes y sus bares. Desde el inicio de la guerra en la Franja de Gaza, el Ejército israelí y la milicia libanesa Hizbulá se han enfrentado a lo largo y ancho de la frontera que comparten ambos países. Más allá del desplazamiento de unos 83.000 habitantes de las aldeas limítrofes y de las pérdidas humanas –unos 200 libaneses han muerto, la mayoría eran miembros de Hizbulá–, estas escaramuzas han ayudado a agrietar aún más la maltrecha economía libanesa.

"Ahora es muchísimo peor"

En diciembre, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) alertó de que el Líbano podría perder entre el 2 y el 4% de su PIB como resultado de la guerra. También el Banco Mundial recordó que el conflicto de 2006, que duró 33 días, provocó "una pérdida de producción económica del 10,5% del PIB y daños directos e indirectos por valor de 3.100 millones de dólares". Entonces, el país de los cedros no se encontraba en una crisis económica histórica. En los últimos cuatro años, el Líbano ha visto desplomarse su moneda nacional, batir récords con sus cifras de inflación y desmoronarse sus frágiles servicios públicos. "La situación ya era muy mala con la debacle económica, pero ahora es muchísimo peor", denuncia a este diario Mona Shaker, a cargo del centro en Tiro de la asociación humanitaria Amel. Las oenegés, que hasta ahora sostenían a poblaciones refugiadas sirias y palestinas y a aquellos sectores más vulnerables del pueblo libanés, se preparan para lo peor.Además, la región del sur del Líbano concentra dos de los principales sectores que sostienen la economía. Y, por ello, es también escenario de su debacle. Por una parte, el turismo, que proporciona hasta el 40% del ingreso nacional, se ha visto gravemente afectado. Muchos países, como Australia, Francia, Alemania, Estados Unidos o el Reino Unido, han disuadido a sus ciudadanos de visitar el Líbano y han recomendado a los que están allí que se marchen mientras los vuelos comerciales estén disponibles. Desde el 7 de octubre, el sector de la restauración ha experimentado una caída de hasta el 80% en sus negocios, según el sindicato de restaurantes, clubes nocturnos y cafés del Líbano. Ali Soueida trabaja como camarero en un restaurante de cinco plantas de Tiro. "No sabemos en qué momento caerán las bombas sobre nosotros", denuncia. "Todos los días hay ataques desde aviones y drones; es muy, muy difícil vivir así", añade.

Agricultura bajo asedio

Por otra parte, la agricultura ha sido una de las grandes afectadas. El sur del Líbano produce el 22% de las frutas y cítricos del país y el 38% de sus aceitunas, según el Ministerio de Economía. Además, el sector agrícola es clave para esta región, ya que representa hasta el 80% del PIB local del sur del Líbano, de acuerdo al informe del PNUD. "La población de las aldeas fronterizas depende del cultivo de tabaco y olivas, es todo lo que tienen", recuerda Shaker. "En tres meses, solían recolectar suficiente para mantenerles económicamente durante todo el año, pero ahora ni siquiera tienen eso", señala. Hasta el 1 de enero, el Sistema Nacional de Alerta Temprana del Líbano había registrado que aproximadamente ocho millones de metros cuadrados, unas 800 hectáreas, de tierra habían experimentado incendios "resultantes de los ataques israelíes".

Desde el inicio de los enfrentamientos, el Líbano ha acusado a Israel de usar fósforo blanco, una sustancia incendiaria prohibida por el derecho internacional cuyo uso en zonas civiles supone un crimen de guerra. "El resultado de los bombardeos con fósforo blanco y bengalas sobre nuestras regiones por parte del Ejército israelí ha provocado 130 incendios forestales y hemos perdido más de 40.000 olivos en el sur del Líbano en plena temporada de cosecha de aceitunas", denunció el ministro interino de Agricultura, Abbas Hajj Hassan, en un comunicado. Los agricultores han alertado de que estos ataques están poniendo en riesgo la soberanía alimentaria del país. A diferencia de lo que ocurrió en 2006, esta vez el Líbano no tiene nadie al volante. El país no tiene ni gobierno ni presidente, debido a la incapacidad de ponerse de acuerdo de los líderes políticos, ampliamente corruptos y culpables de la debacle económica.

"Si esto sigue así, el próximo verano será muy duro porque la mayoría de la gente no vendrá al Líbano por miedo a la guerra", vaticina Soueida. "Pero los libaneses somos gente fuerte, ya hemos pasado por esto y no tenemos miedo", afirma rodeado por mesas vacías con sus platos y sus cubiertos. Ni rastro del turismo. Aunque todo el mundo intenta evitar entrar en el debate político, saben que no está en sus manos. "Esta es una causa humanitaria, todo el mundo debería involucrarse más", afirma el joven barman desde el lobby del hotel, donde está jugando a las damas con sus amigos. "Tanto el Ejército libanés como Hizbulá están haciendo su trabajo, que es proteger a este país", concluye antes de retomar la partida. Fuera, la lluvia sigue enojando a las olas que se revuelven sin espectadores.

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