Apoyo militar

Ucrania, pendiente del populismo europeo

El avance de partidos prorrusos, ultraderechistas o izquierdistas, pone en cuestión el apoyo al país eslavo frente a la invasión rusa

El primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico (derecha) junto al presidente de Hungría, Víktor Orbán, en Bruselas.

El primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico (derecha) junto al presidente de Hungría, Víktor Orbán, en Bruselas. / EFE

Gemma Casadevall

Europa ha empezado a plantearse en serio su rearme ante el temor a no poder contar con el gran hermano transatlántico, Estados Unidos, en caso de un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. La necesidad de reforzar la defensa del propio territorio es ahora un asunto prioritario entre bloque comunitario, no solo entre los países del flanco este, ante un imprevisible Vladímir Putin. En paralelo han crecido las lagunas en la teórica solidaridad inquebrantable europea a Kiev, especialmente ahí donde gobierna el populismo prorruso, sea de ultraderecha o izquierdista, mientras el calendario electoral de 2024 pronostica una consolidación de este espectro.

Al más leal aliado de Putin en el bloque europeo, el ultranacionalista hungaro Viktor Orbán, le han surgido en pocos meses otros líderes hermanados en el cuestionamiento de la ayuda militar a Ucrania. En octubre sacudió el tablero el regreso al poder en Eslovaquia de Robert Fico, un socialdemócrata transmutado en populista. Pese a sus abismos ideológicos, sigue la misma línea respecto a Kiev que Orbán. Un mes después, en Países Bajos se impuso como primera fuerza el Partido de la Libertad (PVV) del ultraderechista Geert Wilders, quien a su discurso racista e islamófobo había unido la promesa de finiquitar la ayuda militar a Ucrania. Que Wilders logre convertirse en primer ministro parece descartado, puesto que anunció su renuncia a seguir intentándolo ante el rechazo del resto de sus aliados potenciales. Las negociaciones entre su PVV y otros partidos centristas siguen, ahora con el objetivo de formar un gobierno entre tecnócratas y políticos. Pero es innegable el peso acrecentado de Wilders, un veterano entre los ultras europeos.

El panorama electoral apunta a refuerzos para las formaciones que cuestionan el apoyo a Kiev. La próxima cita con las urnas en Eslovaquia podría convertir este país de 5,5 millones de habitantes, con 97 kilómetros de frontera con Ucrania, en el siguiente que se cierra a cal a canto al apoyo al país eslavo. Será con la segunda vuelta de las presidenciales, el 6 de abril, que disputarán el europeísta Ivan Korcok y el representante del populismo prorruso Peter Pellegrini. Korcok fue el más votado en la primera vuelta, con un 42,5 % de los votos, cinco puntos por encima de su rival. De ganar, ejercería de contrapeso al dominante Fico. Pero Pellegrini puede reclutar apoyos del electorado de otro candidato, el nacionalista prorruso Stephen Harabin, quien quedó tercero con un 11% de los votos. Movilizar a este electorado es clave para la ronda decisiva y supuestamente juega ahí con ventaja Pellegrini.

La gran plataforma de los populismos serán obviamente los comicios europeos del próximo junio. Se espera que exhiban músculo, aunque también que rebaje su impacto la división entre sus familias: por un lado, Identidad y Democracia, de la que forman parte la francesa Marine Le Pen, la Liga del italiano Matteo Salvini y Alternativa para Alemania (AfD), y por el otro Conservadores y Reformistas, con el español Vox, los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni y el polaco Ley y Justicia (PiS).

Los pronósticos apuntan a una victoria conservadora y la reelección como presidenta de la Comisión Europea (CE) de la alemana Ursula von der Leyen. Defiende, como su país de origen, la inquebrantable solidaridad con Ucrania y excluye la cooperación con partidos prorrusos. Pero incluso de mantenerse en su puesto no podrá obviar el creciente peso de la ultraderecha, que puede sumar en otoño su siguiente triunfo: Austria. El partido ultranacionalista y xenófobo Partido de la Libertad,(FPÖ por sus siglas en alemán), exsocio de gobierno del conservador Partido Popular (ÖVP), lidera en intención de voto con más de un 30%. Las encuestas reflejan su dominio tanto de cara las europeas como a las parlamentarias previstas para el próximo otoño. El Gobierno austriaco, actualmente una coalición entre conservadores y verdes, mantiene ya una línea restrictiva en lo que se refiere al apoyo a Ucrania. En tanto que país neutral desde 1955, se limita a prestar ayuda humanitaria, civil y financiera a Kiev.

La excepción nórdica

Contrasta con este panorama la posición de dos países nórdicos donde la ultraderecha es parte de su gobierno o le apoya. Es el caso de Finlandia, donde los ultras Verdaderos Finlandeses son socios en la coalición liderada por el conservador Petteri Orpo, y de Suecia, en que la alianza centrista-liberal del primer ministro Ulf Kristersson gobierna "bajo tolerancia" de los radicales Demócratas Suecos.

Finlandia y Suecia dejaron atrás su histórica neutralidad a raíz de la invasión de Ucrania para ingresar en la OTAN. Fue un giro respaldado por el conjunto de la sociedad y de su espectro parlamentario. Ni los ultras suecos ni los finlandeses --país que hasta la agresión rusa a Ucrania mantuvo fructíferas relaciones con Moscú-- se comportan como partidos prorrusos. Son países con ejércitos modernos, clave para el escudo báltico junto con Lituania, Estonia, Letonia o Polonia, todos ellos con frontera terrestre o división marítima con Rusia o con Bielorrusia.

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