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CORONAVIRUS

Dos guardias civiles hacen la compra de su bolsillo a una familia sin recursos de Calp

Los agentes habían parado a la mujer, que tiene tres hijos pequeños, cuando iba por la calle desesperada a pedir ayuda

Dos guardias civiles hacen la compra de su bolsillo a una familia sin recursos de CalpANTONIO AMORÓS

Entre tanta noticia negra y tanta anécdota de irresponsabilidad, dos agentes de la Guardia Civil de Calp han escrito, sin pretenderlo, uno de los capítulos más hermosos que nos dejará esta epidemia de coronavirus: de su bolsillo y sin pedir permiso a nadie, compraron bolsas de comida -incluidas chucherías- para una familia sin recursos de Calp, con tres hijos pequeños y sin apenas nada en la nevera, y se las llevaron a casa para que pudieran comer al menos ese día.

Dos guardias civiles con bolsas de comida para una familia sin recursos

A Marta aún le tiembla la voz mientras lo cuenta, incapaz de dominar la emoción. «Cuando sonó el timbre y abrí la puerta, y vi ahí a los dos guardias civiles, cargados con bolsas de comida, no me lo podía creer. Yo creí que estaba todo perdido, que ya no quedaba gente buena, pero mira, me equivoqué. Y eso que ellos están para otras cosas, que no tenían ninguna necesidad», exclama.

Todo había comenzado un rato antes. Marta, madre de dos niñas de 10 y 6 años y de un niño de dos años y medio, recibió una llamada en su móvil. Era de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Calp. En una conversación en la que ni a replicar le dio tiempo, la funcionaria le informaba de que la cita que tenían con ella estaba anulada por el estado de alarma. Ni siquiera pudo suplicarle que las niñas mayores, ambas con beca de comedor del 100 %, llevaban una semana en casa, sin clase y sin beneficio de comida, y que su nevera ya no tenía nada. Ni siquiera para el día.

Se quedó tan helada que ni se planteó volver a llamar. Simplemente cogió la puerta y salió «desesperada, hacia el ayuntamiento. No me plantée nada. Solo buscar ayuda. A un adulto le puedes decir que se tiene que aguantar, pero a un niño... Te miran con esos ojos... ¿Cómo les dices que no tienes nada que darles en el desayuno?».

La madre llamó llorando al 112

Apenas había recorrido 200 metros cuando la paró una patrulla de la Guardia Civil. «Solo les dije que iba al ayuntamiento. Fui incapaz de replicarles cuando me dijeron que estaba cerrado y que regresase a mi casa». Llegó llorando. Y llorando marcó las tres cifras del 112. «La chica que me atendió me cogió los datos y me dijo que no me preocupara, que ella se encargaba de solucionarlo».

Pocos minutos más tarde, la llamaron del cuartel de Calp. «Me explicaron que Cruz Roja no podia llevarme aún comida, porque estaban organizando aún como hacerlo y que al menos en un par de días no podrían ayudarme. Y enseguida me preguntaron qué necesitaba. Lo básico, les contesté. No quiero lujos, solo algo de pasta para darles de comer y los desayunos».

Ella creyó que intercederían ante algún organismo, «pero nunca que fuesen ellos mismos al supermercado, que lo comprasen de su bolsillo y que nos lo trajesen», explica. De hecho, eran los mismos que la habían parado por la calle.

Las bolsas tenían «de todo... Galletas, una caja de leche, chorizo, macarrones, pan de molde, yogures, tomate frito, arroz, mandarinas, manzanas... ¡Hasta chuches! Ahí están poníendose morados, totalmente felices», describe Marta, que trabaja en la hostelería «cuando me contratan, porque como está la cosa tan mal, estuve de septiembre a diciembre y ya no me renovaron». Su marido lleva un año en el paro, así que están desesperados, con tres hijos tan pequeños. Ni siquiera disponen de internet: «Es demasiado caro. De vez en cuando, antes del confinamiento, mi marido bajaba a buscar una wifi y ahí recibimos y contestamos mensajes».

Segunda entrega de alimentos

La noticia de la buena acción de los guardias civiles corrió como la pólvora por Calp. Tanto, que ayer por la mañana Marta y su familia recibieron una segunda entrega: «Me llamaron al timbre. Abrí y eran otros dos guardias civiles, cargados con más bolsas». Se llevó las manos a la cabeza. «Me dijeron que era de parte de Ana, una trabajadora del bar Grizzlys, en la cala Futera, que se había enterado y también nos había querido ayudar».

Había otra caja entera de leche, varios paquetes de comida ya preparada, jamón de York, más pan de molde, magdalenas, dos paquetes de cereales, tarros de paté, de judías, de garbanzos, patatas... «Y dinero, cada guardia civil nos dio 5 euros y Ana, un billete de 10. Con esos 20 euros ya hemos comprado pañales para el pequeño. No sé cómo agradecer tanto, de verdad...».

Y mientras, los servicios sociales de Calp han cerrado su agenda y aún no han dado señales de vida. «Estamos muy agradecidos, pero, de verdad, lo que más queremos es un trabajo. Y así poder salir adelante nosotros», suplica. El guante está arrojado.

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