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Una catetada

Los premios Goya se entregan este sábado en València. INFORMACIÓN

Después de haber vivido 35 noches de fiesta del cine español en familia, sin venir a cuento, y como esos nuevos ricos que convierten en horterada todo lo que tocan, la Academia se inventa un premio nuevo internacional, a Cate Blanchett para más señas.

Que restará protagonismo al premio de honor de la noche, José Sacristán, con quien tendrá que compartir la parte alícuota de segundos televisivos e impactos que los medios decidan dedicarle a la ceremonia. ¡Para una noche en la que el cine español es protagonista, con lo carísima que está la promoción!

Esto sólo se explica por el hecho de que Blanchett va a trabajar en la película de Almodóvar Manual para señoras de la limpieza (¿veis cómo el artículo «el» sobra en estos títulos, en cualquier obra de teatro, novela, libro o artículo, como recordé con motivo de un libreto dramático premiado en Alicante, ay?). Si había poco con una treintena de premiados, añadimos uno más «robaplanos», y que acapare las portadas. Tontorrones, con perdón. ¿Pero no se dan cuenta que esto es de paletos? Cuando Diego Galán, que era muy pillo, se inventó los Premios Donostia, sabía muy bien lo que se hacía. Pero como buen estratega estaba transformando un festival internacional a golpe de talonario. Incluso de espacio físico. Nunca fue San Sebastián lo mismo desde que se inauguró el Kursaal.

Pero los Goya no son un festival. Son la celebración de nuestro cine. La noche de su puesta de largo. En los que aquellos que hemos visto (casi) toda la producción anual (más de 150 largos y otros tantos cortos) compartimos con el público en general lo mejor de la cosecha. No estropeemos la foto haciendo el cateto, que ya somos mayores. Berlanga nos reñiría.

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