El modelo de relación que los líderes políticos deciden establecer con sus partidos resulta sumamente importante para saber cómo podrá ser, finalmente, la conducta de esos mismos políticos para con los ciudadanos a los que aspiran a gobernar. La cultura política de los partidos explica en gran medida la índole de esa relación. La izquierda conserva su vieja tradición de partidos de masas, intensa vida militante y estricto respeto a las normas de funcionamiento interno. Los partidos de la derecha están más orientados a las elecciones, apenas existe vida interna de partido e instrumentalizan más las normativas internas -lo que, a menudo, les resulta más eficaz electoralmente-.

En Elche se puede encontrar el modelo en toda su complejidad. Los dos grandes partidos. El PSOE con poco más de un millar de militantes ocupados permanentemente en asambleas, comisiones y campeonatos de sarangollo. El PP con unos ocho mil militantes que hace más de una década no tienen una asamblea para decidir nada, ni siquiera quién es el jefe. Y ambos tienen disensiones en su seno. Es conocida la situación de distanciamientos permanentes y enconos puntuales en que ha derivado la relación entre Diego Maciá y Alejandro Soler. Y es llamativo el conflicto irreversible a que se ha visto abocada la relación entre Mercedes Alonso y Emigdio Tormo en el PP. Sin embargo, a partir de ahí las semejanzas entre ambas desafecciones desaparecen. En el caso socialista, todo suena a la rutina histórica que suele acompañar a la industria auxiliar de los procesos sucesorios que un psiquiatra explicaría como la necesidad biológica de matar al padre y un psicólogo como la patología que produce la emancipación de la criatura. En el caso popular, todo suena más sencillo: se trata simplemente de la lucha por atrapar el poder.

Pero más importante que la caracterización de las razones de sendos desencuentros es la gestión que de los mismos se hace en los dos partidos. Así, en el PSOE la disciplina partidaria hace que funcionen las mayorías y las minorías. Ambas parecen estar tasadas hoy entre los socialistas ilicitanos. Y ahí se dirimen las causas del conflicto y se disuelven sus consecuencias. El respaldo de la asamblea impide la quiebra de autoridad y el sentido de la militancia aleja la quiebra de la unidad. Entre los populares, sin embargo, el caso es bien distinto. No hay cauces internos en el partido donde resolver los conflictos. Habrá miles de militantes pero no hay un partido que los ampare. Las disensiones se resuelven a bastonazos disciplinarios. Y, además, en Madrid, porque aquí se han taponado las vías para hacerlo. Así las cosas, gana quien mejores apoyos tiene por arriba, no quien mejor argumentario presenta por abajo. De esta manera, si en el PSOE las diferencias se redimen en un proceso de implosión, en el PP parecen abocadas a estallar en un proceso de explosión. Así lo dice la historia. Así ocurrió en anteriores ocasiones en que la falta de democracia interna hizo que el PP estallara en varias candidaturas en distintas elecciones locales privándole de la alcaldía. Y así puede seguir ocurriendo si no se aplica el único remedio posible: la regeneración del partido de la derecha ilicitana. Democráticamente. Desde abajo. Con capacidad para la disidencia desde dentro.

Ésa era una tarea noble que Mercedes Alonso debió asumir en su día. Pero parece claro que su posición venía viciada por el origen y por su falta de voluntad. Por el origen, porque la forma en que fue designada -por sus contactos en Valencia cultivados en la época de diputada autonómica- es precisamente lo que se trata de evitar. Por su voluntad, porque en ningún momento parece estar dispuesta a exponerse a las consecuencias de una democratización sincera del Partido Popular en Elche. Ya no vale el argumento de pedir una asamblea local a Ripoll para votar una dirección porque previamente ha purgado con escasos escrúpulos a quien podría competir con ella. Y lo ha hecho sin argumentos y utilizando la infernal correlación de fuerzas dentro de los populares. ¿De verdad, alguien cree que merece la expulsión Emigdio Tormo por haber obtenido una subvención para Elche junto con un socialista en la Diputación o por haber hecho pública su declaración de bienes? ¿De verdad, alguien puede creer que una persona del talante dialogante de Tormo es un peligro para el PP? ¿De verdad merece el desprecio y la arrogancia con que Alonso reaccionó a su solicitud de cambio de gestora? La presidenta de la gestora aduce que no se dedica a hablar de personas ajenas al partido. O sea, primero se expulsa al rival y luego se evita hablar de él porque está expulsado. ¿Qué mensaje se está lanzando a los electores? Es más, ¿qué mensaje se está lanzando a la ciudad? ¿Son éstos los métodos que se utilizarían en el gobierno del municipio?

La derecha ilicitana habrá de ganar un día el gobierno de la ciudad de Elche. Ese día la ciudad agradecería que lo hiciera con un líder que saliera de su propio seno, con su proyecto más integrador, con su más amplio respaldo. Un líder que transmitiera a la ciudad la confianza y la grandeza que en él haya depositado su militancia. En su totalidad y en su diversidad. La auténtica propuesta que la derecha ilicitana hace a su ciudad.