Hace unas semanas escribía sobre "Alarte y el PSPV", ahora lo intento sobre "Camps y el PPCV". No se trata de quedar bien con los unos y los otros. Más bien es una impresión que desde fuera se ve, se palpa y, para más "inri", se sufre, como ciudadano, contribuyente y como votante.

El actual MH tiene montado un mal rollo ante los juzgados y ante sus jefes de la calle Génova de Madrid. Aquí en el "cap i casal" y en todos los territorios afines, sus "alfombreros", "lampareros", "bocachas" y otras especies que se prodigan como parásitos de cualquier partido, hacen su labor de loa y babeo, e incluso de zapa, al que todavía consideran como su líder. ¡Que peligro! Póngase a buen recaudo, señor MH, porque la más de las más de sus defensoras, de forma subterránea, se está autoproclamando, de forma sibilina, como su posible sustituta.

La historia del PP, antes AP, está ahí. Que hablen apellidos ilustres como Agramunt, Zaplana, Montesinos, Bleda, Cremades, Pastor e incluso los Barceló, Maluenda, Cholbi, y así un sinfín de apellidos ilustres, algunos aún permanecen, otros han quedado en la cuneta.

El problema de los "regalos" a Camps no es el simple regalo. Es que el regalo en sí trajo consigo unas "presuntas" concesiones de servicios públicos, pagados con dinero público. Pero este tipo de regalos son "moneda de cambio" habitual en cualquier concesión de un servicio público. Alcaldes, concejales, altos funcionarios han sido, son y serán "untados" y es un hecho que está ahí y que los dos grandes partidos han hecho la vista gorda, porque en definitiva, al igual que sucede con los tránsfugas, aplican su filosofía particular de "hoy por mi, mañana por ti".