Los próximos cuatro años resultarán decisivos en la conformación de la conducta política de los ilicitanos. La ciudad se juega en ese tiempo si la titularidad popular del gobierno local es un paréntesis o un ciclo.

La próxima alcaldesa habrá de saber, a poco que analice bien los resultados, que se ha beneficiado de un aluvión de votos extras procedentes de una singular sobreexcitación de su electorado a los acordes del himno de la crisis nacional, que la lógica y una ojeada a la serie histórica permiten asegurar que no se repetirá. Su esperanza estará ahora en que una gestión buena -o resultona- le permita sustituir esos votos sobrevenidos por otros reclutados de entre los que sí votan habitualmente en las municipales. O sea, su solución estará en arrebatarle voto al PSOE y al Partido de Elche. Y, desde luego, siempre habrá quien esté dispuesto a salir heroicamente en auxilio del vencedor. Y nunca faltará aquel que diga "pensé que íbamos a ganar los de izquierdas y resulta que hemos ganado los de derechas".

En la ribera socialista hay mucha faena por delante. Lo de menos es el impacto de la derrota. Un resultado que muchos militantes temían pero que quienes estábamos más metidos en la campaña acabamos viendo, finalmente, improbable. Es lo que tiene estar en el tornado electoral. Te arrebata y no te deja ver dónde estás. Sin embargo, no fue la campaña, comúnmente reconocida como buena, ni el candidato que llegó en muy buena forma a la recta final del campeonato, lo que puede explicar el fin de la hegemonía socialista en la ciudad. La ira popular por la gestión de la crisis es un dato muy relevante para explicar el cómo y el cuándo. Pero no agota todo el análisis. No explica la lenta pero progresiva y firme desafección que el electorado ilicitano ha ido desarrollando hacia la oferta socialista desde los primeros noventa.

No conozco a mucha gente dispuesta a discutir que las distintas administraciones socialistas han producido una gran transformación de la sociedad ilicitana y la modernización de la ciudad. Sin embargo, ello no parece haber servido para consolidar una base social de apoyo que, en circunstancias como las actuales, haya servido para contrarrestar una reacción electoral por acusada que ésta sea. Quizás se ha gestionado lealmente los intereses de la ciudad, pero no se ha transmitido los valores que inspiraban esa gestión. Se ha transformado la ciudad, pero no las conciencias de quienes la habitaban. Se ha realizado una gestión pragmática, pero no una gestión movilizadora.

Sin duda, uno de los efectos más perversos de las crisis es que provocan siempre una redistribución del poder político a favor de las posiciones más conservadoras. O sea, a favor de la filosofía que las provocó. Ocurre en Europa -hoy caerá, probablemente, el gobierno socialdemócrata portugués, uno de los últimos cuatro que quedan en el continente-. Ocurre en los países. Y ocurre, también, en las ciudades. ¿Cuál es la razón que explica que un barrio obrero decaiga en el apoyo a un partido que dedicó gran parte de su gestión a mejorar ese barrio? ¿Tienen razón quienes dicen que la estructura social en Elche ha virado hacia las clases medias? ¿Significa eso que el mensaje socialista es incompatible con las clases medias? Y más inquietante todavía, basta aproximarse a las estadísticas para comprobar que la sociedad ilicitana está todavía mucho más proletarizada de lo que se presume. ¿Está cambiando la forma de hacer política? ¿Qué significa la socialdemocracia en la ciudad? ¿Qué significa el concepto de redistribución de la riqueza en el ámbito urbano? Un verdadero análisis encontrará respuestas. Hay que acertar en las preguntas que plantear a esas respuestas. Y con ellas elaborar un discurso que, quizás, se ha echado en falta. Ha habido gestión. Tal vez, faltó discurso.

Habrá muchas tareas que plantear desde la izquierda ilicitana. Ésta será una de las más importantes, sin duda. Y esa tarea corresponderá al PSOE. La posición del partido será ahora crucial. Mucho más importante que la Plaça i Baix será General Cosidó. Deberá, en primer lugar, no caer en la tentación cainita del PSPV o de la vecina agrupación alicantina, para lo cual no hay más fórmula que potenciar el debate y los mecanismos democráticos, siendo leales al afrontar la discusión y cabales al enfrentar la conclusión. Deberá responsabilizarse de formular su discurso. Tendrá que diseñar una estrategia en relación con EU y Compromís, cuyo concurso parece imprescindible para asegurar el voto de la izquierda. Y, sobre todo, deberá mantener incólume su posición de partido sólido y referencia estable que siempre conoció la ciudad. Tiene detrás demasiada historia, y buena, como para no estar a la altura.

Cuenta con una gran ventaja. Ha dejado a los ilicitanos una ciudad mejor que la que cogió. Mucho mejor. Ése es un aval que siempre se le reconocerá al PSOE. Sólo habría una forma de no hacerlo. Que él mismo se hiciera irreconocible.