Veo unos vídeos en los que una docena de hombres va por la acera y abofetea a una joven. El amigo que la aleja de ese grupo recibe un golpe en un muslo y un fotógrafo que se dispone a hacer su trabajo es aporreado en la nuca. No es una escena de La Naranja Mecánica, son unos policías "peinando" las calles de Madrid tras la trifulca entre papistas y antipapistas. Leo que Zapatero y Rajoy se ponen de acuerdo en una cosa, la limitación por ley del gasto público, pero no reformando una ley cualquiera, sino la mismísima Constitución, esa construcción que va para los cuarenta años y que hasta ayer parecía intocable. Y Rubalcaba, en la bancada, comiéndose el marrón de haberse burlado de esa idea cuando la propuso meses atrás Rajoy. Cuentan en la radio que La 1 y Antena 3 han registrado este fin de semana audiencias millonarias y eso que no ha habido fútbol televisado. España encumbra a Marx: el fútbol ya no es el opio del pueblo, vuelve a ser la religión. Leo a comentaristas y escucho a ciudadanos alabar el mensaje del papa cuando en sus vidas actúan ajenos por completo a la doctrina oficial de la Iglesia. Oigo al presidente del Senado, Javier Rojo, la tercera autoridad del estado, decir que se indentifica con los indignados, los mismos que reclaman la desaparición de esa cámara y, días después, asegurar que el diputado general de Guipúzcoa, el de Bildu, representa al conjunto de la sociedad guipuzcoana. Juro que no he tomado estramonio, esa droga que hace sufrir alucinaciones y que ha matado a dos jóvenes en Madrid, lo que cuento está en los medios, como las declaraciones de la ministra Trinidad Jiménez insistiendo en que el fin de Gadafi es cuestión de horas. ¿Trini? Sí, la misma que dijo que "no hay ninguna manera de evitar que Gadafi siga ahí", en su palacio. Y cuentan que Ripoll, tras apuntarse al paro, será el presidente del Puerto de Alicante. ¿Quién dijo que en el INEM no había ofertas de trabajo?