Agotado, o dándole tiempo para localizar nuevos destinos en Tailandia, el graciosillo Frank Cuesta ha llegado con su gorra hacia atrás, sus calzas rojas de plástico, sus calcetines tobilleros, su pantalón corto, su camiseta ancha, su mochila de superviviente y su lengua malhablada a la patria buscando en los rincones de España La selva en casa. Le acompañan en Cuatro su inseparable cámara Santiago Trancho y la directora del invento, Sonia López. ¿Qué hacen aquí, qué ofrecen, qué pretenden, que esperan del espectador, qué buscan? Poco. El programa es una pequeña estafa que loa la ignorancia. Llegan a un monte de Teruel buscando víboras. Encuentran a una debajo de una piedra. La cogen, la jalean, la provocan, la serpiente ataca, Frank se caga en algo varias veces, insulta al cámara, se ríe de Sonia, escupe vaguedades. Luego viajan a una finca de toros en Cáceres. Dan con un semental al que le van a extirpar un tumor en el pito que le impide montar a las hembras. Frank acaba metiéndole el puño al toro por el culo para excitarlo, para que la flor de su canela se ponga dura y poder hacerle una gayola para conservar el semen del animal. Primer plano del animal empalmado, que reacciona como esperaban los veterinarios. Más tarde montan un campamento en el monte, y advierte de que nadie entre en su tienda porque se tirará unos pedos del copón. También visitan a una medio trastornada que lleva nueve años recogiendo perros y gatos de la calle. Aquí es la señora la que quisiera hacerle una paja al, de repente, achicado chuleta. En la siguiente visita a otro chaveta con una jauría de animales es mordido por uno de ellos, pero se niega a que le desinfecten la herida porque "yo no soy una nenaza". La entrega acaba a lo grande, ordenando a unos jabalíes y al equipo, que coman mierda. Se acabó La selva en casa. ¿Qué aprendimos, qué pretenden, qué esperan del público? Superado el primer momento de sorpresa, lo que queda es un altivo ignorante, un bocazas, un buscavidas con suerte, un desinformado que sonrojaría a Félix Rodríguez de la Fuente. En realidad, el turrón era esto.

La Corona es un metal

No puedo dejar escapar, esfumado entre los aires marchitos y la fanfarria de especiales de fin de año, y los regüeldos a repetición de año nuevo, con las cadenas dándose porrazos desde el primer minuto, un reportaje que emitió La Sexta el día 30, último viernes de 2011, Urdangarín, la caída del yerno perfecto. Ponía los pelos de punta. Y el Rey, supongo que hasta notó cómo a la corona se le iba cambiando el color. El reportaje no tenía el tono satírico que le dan al caso programas como El intermedio, donde hurgan en sus entresijos con unos cuantos vídeos manipulados, algún comentario de Wyoming, y algún viaje rápido y jocoso por titulares destacados de Dani Mateo. No. El especial iba en serio. Con datos. Con declaraciones de los periodistas que empezaron a meter sus narices en los papeles, en las actas de las sociedades de Iñaqui Urdangarín y se iban bufando como los puercoespines, aportando cifras mareantes, millones que salían de las cuentas públicas para pagar infantiles, ridículos, y copiados informes de Internet para ver los efectos de eventos deportivos en el buen nombre de autonomías, mecachis, con gobiernos del PP cuyos presidentes o ya están haciendo el mono en la sala de juicios, o se están maquillando para quedar guapos en su inminente actuación ante la justicia. El reportaje rescató momentos muy jugosos de la única entrevista que el duque de Palma concedió a una tele, entrevista que le hizo en 2005 Fernando Schwartz en IB3, la televisión balear, y en donde soltó una de las frases más impertinentes por cínicas del yerno del Rey dichas en tono de broma a Belén Rueda, que compartía plató, eso de que andaba apurado para llegar a fin de mes. El miércoles, Telecinco emitió un reportaje parecido. La justicia está trabajando ya, igual para todos. Y aquí irrumpe Andrés Rábago, El Roto, ese dibujante satírico que da puñetazos de alta indignación reflexiva, que dice que cuando la Corona pierde las formas se convierte en un pedazo de metal. Vaya. A ver si en realidad, el turrón era esto.

Lo dicho, queda

No nos cansemos tan rápido. Más sobre estas fechas tan, cómo eran, ah, sí, entrañables. Veo en los Telediarios retazos de mensajes navideños que los presidentes autonómicos, por fin todos del PP, por la gloria de mi madre, echaron en sus televisiones, pero como ese maná de calidad no llega más que a sus predios, La 1 los recuperó con su impecable afán informativo. Esperanza Aguirre habló como lo que hubiera querido ser y no es, presidenta de España, y por eso, para no mostrar sus vergüenzas madrileñas, dijo que había que ajustarse la faja para que España creara empleo. Estoy convencido de que para dar ejemplo, ella no irá a la peluquería como Ana Botella, la alcaldesa, en coche oficial y con guardaespaldas a que le hagan la manicura. O el de Valencia, Alberto Fabra, que anunciando la canción del invierno, la de los recortes, enfatiza obviedades para que suenen nuevas, contundentes, esas que aseguran que los políticos deben ser ejemplares en su gestión y en su comportamiento. Lo dice como si inventaran de golpe la decencia y la honradez. El de Baleares, José Ramón Bauzá, echó mano de la lírica, pero esmirriada de tocino al que aferrarse para engordar, y por eso habló de que "no podíamos seguir con las mismas semillas si queríamos unos frutos diferentes". Lo malo de esta sociedad es que va guardando lo que se dice. Lean lo siguiente. La subida de impuestos no es necesaria, no se justifica, la subida de impuestos es insolidaria con las clases medias y trabajadoras españolas. ¿Quién hablaba así? Mariano Rajoy -véase HYPERLINK "http://www.youtube.com/watch?v=xf1rLWlsBJY&feature=player_embedded" l "!" http://www.youtube.com/watch?v=xf1rLWlsBJY&feature=player_embedded#! - cuyas palabras hoy no valen nada. Ya ha empezado a mentir. El turrón era esto.