La sostenibilidad está ahora más de moda que nunca o así se ha transmitido por doquier durante la celebración del Día Mundial del Agua, que se conmemora cada 22 de marzo. Ahora bien, la realidad cotidiana nos demuestra que las entidades sólo recurren a la protección del medio ambiente cuando conlleva algún tipo de incentivo económico. Un claro ejemplo lo encontramos todos los días en los supermercados. Los agricultores de la provincia de Alicante expresamos nuestra absoluta solidaridad con sus clientes. Están, como nosotros, sufriendo sus continuas tropelías. Por curioso que pudiera parecer el tema, esta empatía se ha despertado por el simple hecho de que hayan tenido la poca vergüenza de extender la hipocresía de cobrarles las bolsas. Creo que ya no queda ni una sola cadena de alimentación que no lo haga y todas, qué poca imaginación, arguyen siempre el mismo motivo: la necesaria reducción de los residuos. ¿Qué se creen estos divulgadores, que somos tontos?

La protección del medio ambiente y el ecologismo que los supermercados han adoptado por bandera, no les impide cubrir con plásticos miles de frutas, hortalizas, carnes y pescados al día. Para postre, los colocan sobre bandejas de poliestireno, que tienen una pinta de ser biodegradablesÉ Vamos, igual que los duros envoltorios en los que exhiben sus paquetes familiares con los que nos animan a comprar 10 litros de leche, aunque sólo necesitemos tres; o 14 hamburguesas, aunque fuera imposible que nos las comiéramos todas de una sentada o, al menos, antes de que se cumpliera el plazo de caducidad sin contraer una terrible indigestión. Tanto da, el caso es vender y facturar.

Tampoco nadie pone el grito en el cielo porque se hayan extinguido de la faz de la tierra los envases retornables. Reutilizar es mejor que reciclar, justo lo que hacíamos con las bolsas con las que nos premiaban por comprarles. Todo hijo de vecino la transformaba en prácticos mini-contenedores donde depositaban restos de comida y demás desperdicios. Ahora, se ve obligado a comprar más plástico.

Sobran pruebas para demostrar que el exceso de embalaje no les preocupa ni lo más mínimo, ni siquiera les ruboriza pensar que dentro de 100 años seguirán sus bandejas sin descomponerse por el mundo cuando podrían recurrir a otros materiales como el corcho o la fibra de celulosa. Lo único que les quita el sueño es el reembolso de sus dichosas bolsas. Han pasado de regalarlas a cobrarlas y aunque traten de esconderlo, estiman que esta práctica les aporta un beneficio de cerca de dos millones de euros al año. Cobrándolo todo, no me extraña que puedan llenarse tanto la boca hablando de lo bien que van estos oligopolios pese a la crisis. En cualquier caso, deberían ser más precavidos.

Creyéndose que nos chupamos el dedo, como tan a menudo le pasa también a la clase política, sólo consiguen enfadarnos. No pueden esconder tanto que esta práctica esté motivada por el "maldito parné" y no los principios sostenibles. Somos perfectamente conscientes de que existe un suculento negocio, una operación de marketing, legítima, eso sí, para vender una imagen y, de paso, hacer negocio, que es lo que verdaderamente les interesa.

También ocultan la realidad en la formación de los precios. ¿Qué sentido tienen que compren el kilo de limón a 0,09 ?/kg en campo y que después se los vendan a los consumidores por 1 ?? Que conste que estamos hablando de un producto fresco que apenas necesita manipulación y encima, según anuncian, los compran de cerca para potenciar la economía local. Es imposible explicar los incrementos que aplican. Los agricultores sí somos quienes creamos medio ambiente y mantenemos los paisajes, pero ellos nos lo pagan entregándonos en campo menos dinero por un kilo de nuestros excelentes cítricos que lo que cobran por su raquítica bolsa. ¿Dónde está la Comisión Nacional de la Competencia en esta materia? Digo yo que esta entidad tan bonita tendría que decir algo al respecto y aprobar con urgencia alguna medida encaminada a limitar el poder de los cuatro magnates de la agroalimentación que controlan el mercado e imponen sus condiciones leoninas. Están hundiendo al productor y cobrando precios injustificados a los consumidores. ¿Es que nadie va a acabar con los avaros sin escrúpulos? Hay que ponerles freno cuanto antes, como también al "ecocapitalismo", es decir, al uso del ecologismo para forrarse el bolsillo.