Este es el título de una excelente investigación de Ángel Villarino (Guadalajara, 1980), un joven periodista que vive en Pekín, corresponsal en Asia del grupo mexicano Reforma y que cubrió la caída de Mubarak en Egipto, la crisis nuclear de Fukushima en Japón, las revueltas étnicas en Xingjian, la sublevación de los "camisas rojas" en Tailandia o la emergencia de China como la superpotencia que, según su previsión, en 2016 se convertirá en la primera potencia económica mundial. Otra cosa es el nivel de bienestar de los ciudadanos de un régimen comunista caracterizado por la corrupción, hasta el punto que, según una estimación del propio gobierno chino en 2008, desde 1990 entre 16.000 y 18.000 cargos del Partido Comunista escaparon del país, llevándose consigo unos 800.000 millones de yuanes. En el mismo sentido, cuenta el periodista que un sociólogo de la Universidad de la Ciencia de Pekín, Zhao Xiao, firmó en 2009 un polémico estudio en el que sostenía que al menos el 90% de los multimillonarios chinos son "principitos rojos", pertenecientes a las poderosas familias que controlan el Partido Comunista. Y no deja de ser paradójico que un régimen comunista, sin libertad de expresión, con la cifra mundial más alta de ejecuciones (1.770 en 2005 según Amnistía Internacional, aunque especialistas chinos creen que la cifra podría superar las 10.000 personas al año), sea el que haya consolidado fórmulas de explotación laboral absolutamente inicuas. Nos cabe la esperanza de que el desarrollo económico y su corolario de cambio social provoquen un rechazo cada vez más amplio, sobre todo entre los jóvenes, hacia un régimen político anacrónico, pero también la amenaza de que, cuando ese cambio político tenga lugar, sea liderado por quienes hoy rigen el país, tal y como ha sucedido en otras transiciones del comunismo al capitalismo. Recuérdese al respecto el caso de Rusia, en manos hoy de una oligarquía heredera del viejo régimen comunista.

El libro de Villarino es un excelente modelo de investigación para jóvenes periodistas e historiadores del tiempo presente. Dos años de trabajo, unas 300 entrevistas realizadas tanto en China como en España y un subtítulo sugerente: Vida y negocios de la comunidad china en España (Debate, 2012). Según el Instituto Nacional de Estadística, 145.000 en 2009 y dos mil menos en 2011, con una proporción similar de hombres y mujeres (75.000 hombres y 68.000 mujeres aproximadamente). Confirma en general la percepción que podemos tener sobre condiciones de trabajo inhumanas: siete días a la semana, comer de pie en cuestión de minutos, ahorrar calefacción o aire acondicionado o dormir en un colchón junto al puesto de trabajo si no hay más remedio. Pero detalla cuestiones menos conocidas: la misma procedencia en el 70% de los inmigrantes -la región de Qingtian, un remoto condado de muy pobres recursos de la provincia de Zhejiang-, el pago de viajes desde China a España por tierra, mar y aire -unos 10.000 euros que pagan por término medio los "patos" a las "cabezas de serpiente"- que en ocasiones significa años de trabajo sin remuneración alguna para liquidar la deuda contraída. Según nos cuenta Villarino, el abuelo Ye, por ejemplo, tiene un hijo en Holanda, una hija en Rumanía, otra en Francia, dos sobrinos en Polonia, un yerno en Portugal, un nieto en España, un hijo de un primo en Italia y otros que no consigue recordar.

El libro permite también conocer múltiples aspectos de la vida cotidiana de los trabajadores chinos en España. La educación de los hijos que en ocasiones se quedan en China con los abuelos para que su formación no se convierta en un problema para los padres: "es normal que los padres tenga miedo a perder a sus hijos, a que se conviertan en españoles si los crían allí". Una anécdota interesante es la que cuenta un universitario gallego -que se siente como extranjero en España a pesar de su DNI, pero también extranjero en su país de origen- que censuró a su madre por servir una cena en su restaurante a las doce de la noche. Le recriminó que perdieran horas de sueño por 20 euros, algo que escandalizaría probablemente a sus progenitores. Analiza también la operación Emperador de este último verano protagonizada por Gao Ping -"el dinero volador"- y el hasta ahora más importante incidente contra negocios chinos en España: el asalto de locales chinos en Elche el 16 de septiembre de 2004. Se utiliza el término "mafietas" tal y como la describe uno de los testimonios recogidos: "La mayoría son chavales que no tienen negocio y se dedican a hacer 'mafias' para ganarse la vida. A veces secuestran a alguien para pedir dinero, o roban al que saben que va a viajar pronto a China, o copian películas en un garaje, o extorsionan al que tiene un negocio que funciona bien. También se ocupan de cobrar deudas. Si alguien debe dinero, por ejemplo, puedes contratarlos y ellos lo recaudan. Normalmente amenazan, pero si alguien se resiste a pagar le pegan una paliza y le dejan cojo. Unos primos de mi mujer vivían de eso. Aquí nos conocemos todos y somos todos del mismo díaÉ".

Un estudio, pues, de muy recomendable lectura que nos acerca a la realidad de la comunidad más desconocida entre nosotros. Y, naturalmente, entierran a sus muertos, les ponen flores -de plástico- y los visitan al menos una vez al año. Como en todas partes.