No es ficción ni una de sus vehementes bromas. Nacido en Madrid en 1930, ha muerto a los 83 años, en plena actividad y conservando el grado de acidez que ha caracterizado sus creaciones. Días después del estreno de su última película, fallecía en una clínica de Málaga a consecuencia de un ictus Jesús o Jess Franco, como cada cual prefiera. En la década de los setenta muchos mostraron su pasaporte para cruzar al país vecino y disfrutar, en salas francesas, de su cine erótico. Los personajes por él gestados y su capacidad de improvisación culminaban en sesiones de trabajo próximas a la alucinación.

En sus rodajes era capaz de realizar tres películas distintas. Se adelantó a las sagas como en el caso de las producciones El Caníbal, Sexo caníbal y La reina Caníbal, cuyo montaje final daría pie a otros títulos, y en cuyo rodaje tuve el placer, como actriz, de compartir la creatividad de Jesus Franco y la sagaz dirección de actores a cargo de Pérez Tabernero.

Corría el año 1979, recién estrenado el primer ayuntamiento democrático en Alicante presidido por José Luis Lassaleta. La ciudad, como repetiría el primogénito edil de la democracia, abría sus ventanas al mar. En noviembre de ese mismo año desembarcó Jesús Franco en tierras alicantinas y desde Benidorm hasta los palmerales de Elche y Alicante (quizás como una premonición, en platós improvisados en cuyo entorno todavía nadie imaginaba la futura Ciudad de la Luz), cualquier rincón que le inspirase se convertía en escenario de una experiencia inmortalizada, en la que la productora francesa Eurocine que abordaba esta saga, no daba crédito a su capacidad de improvisación, a los súbitos cambios de guión en pleno rodaje, a quien por cierto nadie insinuaba la mínima oposición; todo parecía encajar

Junto a una mayoría de actores franceses y un pausado Al Cliver, protagonista de Zombie, culminaba cada tarde, tras el rodaje, en una fiesta. El cineasta elogió las obras del pintor Daniel Escolano a quien propuse para que maquillara el cuerpo desnudo de cada uno de nosotros.

Le pedí al pintor alicantino que organizara una fiesta en su estudio de San Gabriel, donde desplegó sus obras de gran formato y corrió el cava en excéntricas copas al ritmo animadas conversaciones entre el elenco de Caníbales. Cada tarde era un suma y sigue de divertimento.

Ese mismo día fuí lanzada a una profunda zanja, tantas ocasiones como hubo que repetir la secuencia y devorada, las mismas veces, por más de un centenar de "caníbales", numerosos extras que se afanaban una y otra vez en devorarme. Ni mi madre me habría identificado en un reconocimiento de cadáveres tras la cantidad de sangre, de producto cárnico con el que se cubrió mi cuerpo al final de la secuencia; una acción cuya violencia caricaturizada se saldaba con el plano gore.

La sicología de los personajes no está escrita sino que se conforma a través de los metros de rodaje. No existe el determinismo en su ideario; crea realidades que fluyen, en una sucesión de acontecimientos, como la vida misma. También supo rodearse de la conveniente planificación para "saltar con red" en los momentos necesarios, y en ese caso no hay que olvidar la participación de Luis Colombo, pilar fundamental en la hoja de ruta de esta producción.

Sus más de doscientas películas se convierten ya en legado para todos cuantos buscan en sus planos otras gamas de terror, sexo, misterio, comedia o simplemente disfrutar de ese toque surrealista que alcanzaban sus producciones movidas por un predeterminado laissez-faire.

Ayudante de Orson Welles, en 1965, su variada y difícilmente clasificable filmografía convierte a Jesús Franco en un reconocido ídolo para Quentin Tarantino quien no ha dudado en afirmar su admiración por el controvertido cineasta.

Querido Jess, estés donde estés, casi seguro que buscando nuevas localizaciones; gracias por invitarme a vivir esas realidades que sólo tú eras capaz de plasmar en el celuloide; gracias por materializarme en uno de los tantos personajes que nacían en tu insondable imaginación; gracias por inyectar en mi vida una dosis de ficción en una edad, casi adolescente, y subrayada para siempre en mi memoria, gracias Maestro.