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Furor por el «whatsappeo»

Entre las distracciones al volante que contabiliza la Dirección General de Tráfico no se encuentra el whatsappeo. Se ve que no se actualiza con los nuevos usos y costumbres a la misma velocidad que las aplicaciones de nuestros smartphones. Sólo se refiere a las conversaciones con el móvil a una oreja pegado. Pero hoy en día no se abandona el dichoso aparato ni para ir al retrete.

Sobre todo los más jóvenes. Es una epidemia social que irá a más. Subes a un transporte público y eres un desfasado si no estás ensimismado con el ejercicio de dedos. En la mesa de un restaurante ya es un elemento más a tener en cuenta entre plato y plato. Nadie se corta en manipularlo con la boca llena.

Pues sí señores de la DGT, la herramienta WhatsApp ya está en manos de nuestros conciudadanos conductores. He tenido oportunidad de comprobarlo en lo poco que me muevo por el asfalto. Un día, por ejemplo, me topé con un vehículo en plena autovía que iba dando bandazos. Será un borracho, pensé. Te acojonas por lo que te puede pasar al adelantarlo, claro. Me atreví. Pasé rápido, pero pude ver que la joven no apartaba su mirada del móvil que estaba martillando con sus dedos. Para habernos matado. Otro día me pasó de noche por una avenida. También el insensato conductor iba pisando raya y en zigzag. Su cara lo decía todo. Estaba iluminada por su pantalla táctil de cinco pulgadas. Y el último caso con el que puedo ilustrar el asunto me pasó en un semáforo. Se pone en verde. El coche que tengo delante no se inmuta. Espero, paciente. Al final me toca sortearlo por el carril de la derecha de la calzada. Me preocupo. Veo la cabeza de una joven inclinada hacia adelante y un teléfono entre sus manos. Los dedos se mueven con soltura. Está en pleno furor por el whatsappeo.

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