Leer que la telefonía es el principal motivo de reclamaciones de consumo en la provincia no le debe de resultar extraño a quien haya intentado solucionar algún problema o realizar una simple gestión a través de los mal llamados "servicios gratuitos de atención al cliente".

Salvo que lo que uno quiera sea contratar un servicio o bien ampliar los que ya tiene, en cuyo caso te entenderán a la primera y te atenderán con una impecable diligencia, cualquier otra cuestión (léase solicitar la baja, la reducción del servicio, la cancelación de prestaciones aparecidas sin haberlas pedido, la devolución de cobros indebidos, etc...) puede llevarte a vivir una auténtica odisea de llamadas, rellamadas, interminables esperas y surrealistas conversaciones con máquinas y/o, lo que es peor, con personas que no lo parecen.

Conseguir la baja del servicio es de las tareas más complicadas que uno puede afrontar. Tanto o más difícil que dejar de fumar, salir de una secta o ver un programa cultural en Tele 5. Al menos para ninguna de ésas necesitas, al final del proceso, enviar un fax...

Si el santo Job viviera hoy y tuviera que llamar a uno de estos números -da igual la compañía que sea-, su archiconocida paciencia se vería en peligro. Tan marcianas y desesperantes resultan gran parte de las llamadas a estos "servicios" que uno llega a considerar seriamente si los operadores no reciben un plus por cada cliente al que le hacen perder los nervios.