En un reciente coloquio sobre la complementariedad entre el hombre y la mujer, el Papa, Francisco, aludió al derecho fundamental que tiene el niño. Es muy sencillo. El niño tiene derecho a un padre y a una madre, es decir, a una familia. Esta es, ante todo, FAMILIA. El ser conservador o progresista es otro asunto. Pertenece a la ideología. El carácter familiar (padre-madre) es esencial y básico para el tratamiento del niño; es el ambiente idóneo para el desarrollo y la maduración afectiva del niño.

Es cierto que cada hombre y cada mujer tienen su propio carácter, que influye en la educación de los hijos, pero estas peculiaridades han de ponerse al servicio de la paternidad y de la maternidad. La propia riqueza personal y el propio carisma no niegan el carácter básico de padre y madre respecto del niño, pero debidamente aplicados se convierten en una gran riqueza para el niño, pues es un gran bien para el hijo.

Estamos viviendo en un tiempo en el que fácilmente se juega con la vida. En estos casos, la vida del niño no cuenta o cuenta poco. Así lo advirtió el Papa Francisco: «Para muchos lo importante es la calidad de vida, que la ven conseguida en las posibilidades económicas, en el bienestar y en la buena vida física». Vivir la paternidad y la maternidad respecto de los hijos es mucho más importante que el bienestar físico. Los niños, insiste el Papa, tienen el derecho a vivir y crecer en una familia constituida por un papá y una mamá, capaces de crear un ambiente idóneo para el desarrollo del niño y para su maduración afectiva.

La paternidad y la maternidad, en relación con la vida y el desarrollo humano del niño, es lo verdaderamente decisivo. Hace poco tiempo, se trató el tema en el Sínodo de los Obispos sobre la Familia, volverá a tratarse en octubre de 2015, en el nuevo Sínodo convocado por el Papa.