La Plataforma de Iniciativas Ciudadanas (PIC), que presidí algunos años y a la que ahora dedico menos tiempo del que me gustaría, organiza, por cuarta vez, sus Jornadas dedicadas a «Educación y ciudad». La idea, lanzada y mantenida con cariño y eficacia por Quico Consuegra y Araceli Pericás, es reflexionar teóricamente y aprender técnicas prácticas sobre el uso de la ciudad -singularmente de Alicante- como recurso didáctico. Hace bien la PIC en centrarse ahora en estos temas formativos, aunque ello no suponga abandonar su tradicional actitud vigilante sobre el llano de Rabassa, la endémica corrupción y otros asuntos que llenaron de melancolía nuestra famosa alma alicantina. Pero los tiempos cambian y otras voces vienen a converger con la de la PIC, que ya no está clamorosamente sola, como cuando la ciudad necesitó de más palabras de crítica y de aliento. La crisis y la denuncia de la PIC y de otras instancias hacen que la masa de ciudadanos sea más consciente de adónde nos trajeron las promesas y alegrías del pasado. Sin embargo queda por cubrir ese gran espacio que es la reflexión y la formación, que incluso la UA redujo en los últimos años sus seminarios de estudio de temas alicantinos, que nunca han ocupado un lugar mínimamente coherente ni central en las preocupaciones de una Universidad a la que la ciudad ha tendido a maltratar o a ignorar institucionalmente -cambiar esto debería ser un eje central del próximo gobierno municipal, el de después de mayo-.

Y sin embargo la sensibilidad existe: menudean iniciativas en las redes sociales destinadas a recuperar el patrimonio visual del pasado, el fin del boom inmobiliario anima a algunos a volver a reivindicar la conservación de edificios golpeados por la incuria y algunos atentados recientes a hitos de nuestra identidad encuentran respuesta inmediata en los medios de comunicación. Pero seguimos topando con la insensibilidad del Ayuntamiento, que se ve que los amigos de guardia del poder municipal no han encontrado un rato para montar empresas de rehabilitación. Qué lástima. Así, hace años de esto, la PIC denunció el tristísimo aspecto del propio edificio consistorial: piedras rotas, cables que atraviesen y hieren fachadas, esculturas deterioradas, disonantes equipos de refrigeración anclados a ventanas, balaustradas rodeadas de redes desde tiempo inmemorial para evitar la caída de sus elementos? Entonces el concejal de Cultura e inminente Alcalde super-provisional de la ciudad se comprometió a que en un año -si no recuerdo mal- todo estaría arreglado. Pero no pudo ser. La promesa -¡otra!- cayó en el olvido y la nobilísima Casa de la Ciudad permanece ahí y así, como símbolo máximo del desamor de sus ocupantes principales por las cosas e imágenes que nos deben unir y congregar. Qué pena.

Por eso, ante esta asintonía entre los intereses ciudadanos y la dejadez del poder, es bueno también que nuestro profesorado y otras personas interesadas conozcan elementos básicos de historia, cultura o medio ambiente. No para fomentar un amor abstracto, que eso, con el himno de la ciudad y unos vivas a la Bellea del Foc ya nos vale. No: hablo de un amor concreto, un amor que no maltrate, que se verifique en un conocimiento de la realidad, para apreciar lo bueno que aún tenemos y que imagine, desde la crítica, lo mejor que puede estar por venir si Alicante aprendiera, sencillamente, a respetarse a sí misma.

Se multiplican las advertencias sobre la necesidad de construir un futuro colectivo en el que el conocimiento y la innovación sean esenciales, en el que valores de convivencia y búsqueda de la igualdad impregnen el currículum educativo. Pues eso mismo deberíamos pedirlo a la ciudad en su conjunto. En el magma de invocaciones que podemos hacer al hecho urbano, la de «ciudad educadora» me parece prioritaria, y no sólo, que también, desde la perspectiva de una ciudad que invierte dinero y preocupación en complementar la educación de sus niños y jóvenes, sobre todo con medidas compensatorias, sino con un diseño urbanístico y unas medidas de promoción económica que lleven implícitos valores como la defensa del patrimonio, el medio ambiente y el paisaje, la generación de sensaciones colectivas de continuidad entre el pasado, el presente y el futuro, la incorporación de nuevas tecnologías a la mejora en la gestión ciudadana o el desarrollo de mecanismos de participación política abiertos a todos los sectores de la ciudadanía. Serían los fundamentos de una «ética urbana» sin la que la ciudad se vuelve áspera, agresiva. Cuando hablamos de las «ciudades inteligentes» se nos puede olvidar que sin esa base aprehendida desde la infancia, difícilmente la pretendida inteligencia pasará -lo hemos visto, lo vemos- de halagar el ego y el bolsillo de unos cuantos listillos.

Bienvenidas, pues, las Jornadas de la PIC que, además de itinerarios urbanos, incluye conferencias a cargo de diversos especialistas, entre finales de enero y primera mitad de febrero. Este año el hilo conductor será la apreciación de territorio, su adaptación a la realidad urbana y el valor del paisaje en Alicante. Muy interesante. Si quiere más información la encontrará en: http://www.pic-alicante.org/