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Jorge Fauró

La culpa es de Yoko Ono

Sabrán ustedes lo mal que le va a UPyD y cómo poco a poco se va desinflando el souflé que de forma tan tramposa fue cocinando Rosa Díez cuando el Partido Socialista decidió prescindir de ella. Siempre me recordó a los cantautores de la Transición, aunque con muchísimo menos talento. Muerto Franco, se desvanecieron también los días de gloria de Luis Pastor, Paco Ibáñez y hasta de nuestro queridísimo Ovidi, bendito sea. Quedaron aquellos que, como Aute o Lluis Llach, comprendieron la necesidad de cambiar de registro y huyeron de la canción protesta porque, de momento, ya no había razones para quejarse de la falta de libertades. El jubileo de la democracia acabó con Rosa León y propició la Movida. Díez vió en ETA su tabla de salvación y construyó en leitmotiv electoral su oposición a la política de reinserciones y del acercamiento de presos a Euskadi, lo que le granjeó posicionarse entre el grupo de descontentos de PP y PSOE. Como los fans de los Beatles que no soportaban el trauma de la separación, la culpa de todos los males de Occidente la tenía Yoko Ono. ETA, en este caso. Era sencillo: se pulsaba la tecla de un asunto tan sensible como la muerte de inocentes, se activaba la rabia de miles de electores y se culpaba a la banda de asesinos hasta del fracaso de España en Eurovisión. Si lo piensan es repugnante. ¿Se acuerdan de aquel Javier Madrazo de Izquierda Unida del País Vasco? Fue el único activista de Gesto por la Paz que se atrevió a utilizar el horror del terrorismo para intentar hacer carrera. Lo mismo ocurrió con Mayor Oreja, otro adepto de la endlösung. Ambos son historia. Acabada la actividad de la banda terrorista y con la irrupción de Podemos y Ciudadanos, los electores han terminado desenmascarando a Díez y a toda la UPyD, que ha vivido estos años a costa de la izquierda abertzale. Les queda Toni Cantó. El cine no le quería y se marchó a UPyD. Ya piensa en enrolarse en Ciudadanos. Así son ellos.

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