Dícese de ese arte en el que el poder del dedo es supremo. Un dedo es un dedo, pero sobre todo es ese arte que hace que las cosas cambien. Los dedos eligen, señalan, ponen y quitan, pero sobre todo ahora son las grandes estrellas del firmamento gracias al «mundo Whatssap». Ya hice un pequeño relato hace algunos artículos de lo que en sí mismo ya es un mundo. Pero cada vez más estoy fascinada por ese mundo en sí mismo que es el dedo sobre una pantalla del iPhone, o al mando de un LG o incluso una BlackBerry (que al llevarla te miran como si estuvieses loca, pero el trastito es lo más funcional que conozco en el ecosistema). La cosa ya es tan grave que a mí se me antoja increíble eso de la voz. La Voz, que gran cosa que últimamente ya ni oyes por el otro lado. Todo el mundo ha enmudecido, ya no hay sonidos geniales que te despierten, te animen, te hagan feliz o incluso te hagan llorar por ese aparatito que un día cambió el mundo: el móvil. Ahora todo es la dedocracia. Cuatro palabrejas cambian la vida de cualquiera y pasa a ser costumbre dejar el lenguaje para la posteridad. Whassap arriba y dedos en movimiento, la cuestión es que, el dedo está siendo sobrevalorado. Y si ya era complicado que todos pudiésemos entendernos sin la mirada y el tacto, ahora lo de los mensajitos es lo mas. ¡Y no te cuento la interpretación de los mismos! Eso ya es la panacea del «acabóse». Hasta para reservar un restaurante o incluso elegir carta (de eso ya hay en Nueva York, quede claro...) el «mundo what» es una opción ya muy seria. Y sino que se lo digan a mi querida Ara, que sin ella el Portal no sería lo mismo, y que se pasa el día atendiendo a todo el mundo de mensaje en mensaje, con todo el amor del Universo, todo sea dicho de paso.

Así que como les digo a mis chicos en el despacho, dentro de poco nos van a salir dedos gigantes como a los bichejos de la Guerra de las Galaxias y con los años una mutación genética que incluirá sellado de boca y cierre de oídos. Todo hasta llegar a convertirnos en lo único que ya funciona, el dedo. Que por cierto también es una gran aportación a la Historia actual en todos los sentidos. Porque la dedocracia se ha instaurado definitivamente en la política (vamos, ya era de obligado cumplimiento, pero ahora es lo mas), en la vida social, en las empresas, en el mundo del lujo, en la moda, en la música, en la cultura en general y, si te apuras, hasta en la vida personal. La dedocracia hace que algunas y algunos te sigan sorprendiendo en los sitios, que no dejes de alucinar cuando les ves tan repanchingados en responsabilidades que jamás pensaron ostentar. Con lo que esa cuestión conlleva en la vida pública. Y si ya queremos rematar el reino de esta palabra, la dedocracia es sin duda el revuelo actual de los que señalan con esos elementos a los otros. Léase, como toda la vida, al uso y manera tan español, marcando a tirios y troyanos para la posteridad. Dedos acusatorios que, a veces, son justos y otros son fruto de la envidia (también muy español). Para todos ellos, ves, queda otra acepción del reino del dedo, que es, sin duda, sacárselo al que corresponda con fuerza. Gesto liberatorio donde los haya, y momento único para cualquiera hoy. Feliz Domingo.