¿Qué está pasando aquí? Que cada vez que me doy a vuelta ya la estáis organizando. Pase que os llevéis mal, pase que no me hayáis hecho puñetero caso en eso de amaos los unos a los otros. Bueno, me habéis hecho relativo caso: amándoos los unos encima de las otras, pero eso no es lo que yo os dije. Pero vaya, acepto coyunda como gesto de hermandad. Pero que estéis organizando este sarao en base a mamporros ya me parece el colmo.

Es verdad que hace muchos siglos que no me dejo caer por este planeta, pero ya os he dicho que me coge un tanto a desmano. Pero no creáis que os tengo abandonados. La última vez que vine me parece recordar que dejé a mi pueblo bien acomodadito en la tierra prometida... sí, cuando le regalé a Moisés aquellas tablas porque se puso pesadísimo con eso de los mandamientos. Venga normas, y más normas? Mira que les gustan a algunos eso de las normas. Mi hijo, sin embargo me echó una bronca algunos milenios más tarde:

-Papá -me dijo- Déjate de mandamientos y de cóleras y castigos y vamos a simplificarlo todo. Yo no entendía nada, y es que aunque sea Dios estoy un poco chapado a la antigua, y es que uno va teniendo unos eones? -Mira, vamos a reducir todos los mandamientos a uno: Amarás al señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo. ¿Qué te parece?

Yo al principio no lo veía claro. Con lo divertido que fue el diluvio, las plagas de Egipto, la separación del Mar Rojo, el carajal de la torre de Babel? Es que mi hijo será más joven, pero es soso, pero soso? ¡soso! Imagináos que ya no podía castigar a mi pueblo con esas penas imaginativas, como lo de vagar cuarenta años por el desierto, enviarles tifones y plagas? ¡no!:

-Ahora eres amor, papá. Y perdona a todos.

-Vale, Vale, JC. Yo perdono pero al menos que se arrepientan, co? digo, caramba.

Sin ir más lejos ha venido hace algún tiempo un tal Hitler con una carta de Pío, poniéndolo a parir -como decís vosotros, aquí arriba diríamos etiquetándolo de personalidad algo desviada-. Y JC se ha empeñado en que había que perdonarlo porque parece que cuando estaba quemándose con su esposa -bueno, esposa desde hacía diez minutos, que el tipo vivió amancebado durante muchos años, y eso es lo que más le molestó al bueno de Pío- pues, decía, cuando estaba casi chumascado parece que rezó medio padrenuestro y pidió una especie de perdón. JC dice que se arrepintió de todos sus males, aunque David, Jeremías y Daniel opinan que de lo que se arrepintió es de dejar algunos judíos vivos. Pues no ha habido manera: La presunción de inocencia se ha impuesto en el cielo de tal manera que ante la duda: corona y alitas y ¡ala! A disfrutar del Paraíso eterno. Así estamos, que vamos a tener que ampliar la sala de preingresos.

Pero yo quería referirme a la violencia, que no aprendéis. Sí es verdad que yo la he usado, pero siempre por causa mayor. Que me montáis una Sodoma y una Gomorra: Pues ala, a no dejar piedra sobre piedra. Que fundís las joyas de la abuela en un becerro de oro y lo adoráis como si fuera yo mismo: Cuarenta años de vagar por la arena. Que queréis llegar hasta el cielo en una torre absurda: no os vais a entender ni con vuestro padre. Que me desobedecéis y cogéis la manzanita dichosa: a parir con más dolor que un cólico nefrítico.

¿Lo veis? Siempre es en defensa propia, con objetivo docente. ¿No habéis oído aquello de que quien bien te quiere te hará llorar?

Pero eso es una cosa e invadir Polonia otra. Como no puedo consentir -comprendedlo, ¿qué pensarían de mí Alá y Buda?- que os andéis doblando a mamporros todo el día. Así que he pensado prohibir las armas, los insultos, el boxeo, los encierros de San Fermín, los bingos y los programas de tele cinco. Vamos a ver si nos convertimos todos en pueblos pacíficos, individuos sosegados y apacibles. A ver si aprendemos a resolver nuestros problemas dialogando, como hacían Jonás y la ballena, que se hicieron tan amigos que lo devolvió a la playa, no como ese monstruo de Moby Dick.

Tomad ejemplo de mi pueblo, los judíos. Los dejé hace seis mil años en la tierra prometida, vuelvo ahora y me los encuentro allí mismo. Tan tranquilitos, sin meterse con nadie. Unos santos varones -y santas madonas- que apenas hablan por no ofender.

Os confieso que hasta a mí me va a costar, es tan tendador enviar un diluvio de vez en cuando... Pero estad seguros de que a JC le vamos a dar una alegría... es tan hippie él.

Cuidaos mucho. Y hasta pronto... si yo quiero...