El pasado lunes asistíamos atónitos a un lamentable suceso de discriminación por orientación sexual, concretamente por lesbofobia.
Una paciente oía de su médico de cabecera que su orientación sexual era insana, es decir, que ser lesbiana era anormal, y que por eso se contraen más enfermedades, entre otras lindezas de ese ojo clínico de esta doctora.
Enfermo, anormal y fuera de todo lugar es, sin duda, el comportamiento y actitud -supuestamente- de toda una profesional de la salud pública. Por ello, de comprobarse estos hechos no puede ni debe tener cabida en nuestro sistema público.
Las sexualidades son sanas, las orientaciones sexuales también y no sólo la heterosexual, la homosexual, la bisexual y otro porrón de sexualidades que nunca pueden confundirse con patologías sino con la diversidad. Por cierto, sexualidades sanas reconocidas por la OMS, la ONU y cualquier Estado de Derecho, democrático y saludable que se precie. La formación es el pilar básico para que la atención a los ciudadanos sea de calidad, con respeto y, desde luego, atendiendo a los principios de igualdad. El adoctrinamiento, los juicios de valor y los estereotipos han de quedar al margen, incluso eliminarlos en el ejercicio de cualquier práctica profesional: jueces, periodistas, maestros o médicos.
Diversitat exige a la Conselleria de Sanidad que tome cartas en este desagradable asunto para reparar el daño hecho y prevenir situaciones futuras cuyas consecuencias podrían haber sido mucho peor. Pues cuando uno va a su médico de Atención Primaria lo que menos se espera es un trato discriminatorio por cualquiera que sea su situación. Así que, por muchas vueltas que le demos, si en esta situación rocambolesca algo es anormal es su comportamiento, doctora. Hágaselo ver y con urgencia pues es de pronóstico homófobo y eso, a estas alturas, casi todo el mundo sabe que es grave. Muy grave.
