Tanto retrasar Rajoy las elecciones generales que, al final, igual hay que repetirlas. En 2011 se celebraron el 20 de noviembre y ahora el 20 de diciembre, 4 años y un mes después. Ha sido la primera vez que se sobrepasaron los 4 años. Con ese mes extra pretendía que diera más tiempo a que los españoles comprobaran la impresionante recuperación económica y que la crisis estaba superada.

Ya dice el refrán que se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Aun retrasando todo lo que ha podido las elecciones, nadie ajeno al PP puede decir que la crisis ya es historia, como se ha llegado a oír.

La incapacidad del PP de iniciar una recuperación sólida y con atención prioritaria a los más desfavorecidos, así como su impresentable postura ante la corrupción están entre las causas de que aún siendo el partido más votado, haya perdido nada menos que 63 diputados en cuatro años. Y podrían haber sido más si no persistiera esa desigual distribución de escaños en la que prima más las hectáreas que las personas. A pesar de tamaña debacle están contentos. A decir verdad, la noche electoral todos estaban contentos. Increíble. El que no se conforma es porque no quiere.

Hasta el PSOE aparecía triunfal. Si sacar 110 diputados en 2011 ya fue fatal -era el peor resultado de la historia- y le costó el puesto a Rubalcaba, obtener ahora 90 podrá interpretarse como cualquier cosa menos como un triunfo. O sí, depende de cómo se vista. Siempre habrá otros que han acabado peor. Ahí están UPyD y, especialmente, IU que, a pesar de su buen candidato Garzón, ha sido penalizado por no confluir con Podemos y por una injusta ley electoral.

En todo caso, los vencedores están claros: Podemos con 69 diputados y Ciudadanos con 40. Mucho más el primero que el segundo. Nuevas formas de hacer política y con líderes jóvenes. Es cierto que las encuestas han acertado poco en sus cálculos. Ya demostraron sus errores en las europeas y en las municipales y autonómicas. Los trabajos demoscópicos no aciertan mucho últimamente

La sociedad española está cansada de abusos de las mayorías absolutas. Quiere más diversidad, más pluralidad. Está harta de mensajes únicos y de una práctica que más que estabilidad parece la fosilización de la política

Ahora hay que trabajar con esta nueva realidad. Ya sabemos que no es tan cómoda como las mayorías absolutas. Hay que negociar, hablar, ceder, pactar, etcétera, todo lo contrario de lo que ha hecho este gobierno en cuatro años. Pero es lo que ha querido la ciudadanía. Y si el que ha sacado más votos es incapaz de llegar a acuerdos tendrá que ceder el testigo a otras fuerzas. Lo que parece preocupante es que, como empieza a verse, el PP inicie una especie de subasta institucional con tal de garantizar el poder a Rajoy. España no se merece eso ni la ciudadanía ha votado para eso.

Es difícil el acuerdo, más con Rajoy que con otros. Pero hay que intentarlo. La mayoría de países europeos tienen gobiernos de coalición. Y funcionan, tal vez falta práctica en España, aunque empeorar estos últimos cuatro años es difícil. En todo caso y si después de diferentes candidatos es imposible, convóquense nuevas elecciones. No es la solución ideal, pero es la solución ante la falta de otras soluciones.

Si los políticos electos no pueden ponerse de acuerdo para gobernar, que la ciudadanía pueda elegir a otros para que, de verdad, pueda llevarse a cabo la transformación que este 20D ha empezado a alumbrar.