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Menos aquí, está lloviendo y nevando en la tira de sitios. Para buena parte de la península y de las islas la previsión es hoy de cielo nuboso, chubascos, la cota de hielo y nieve bajará más y las temperaturas diurnas irán en descenso. Sobre esta tierra nuestra han caído dos gotas mal contadas. No llueve ni a tiros. El invierno ha pasado a mejor vida. En las tiendas, las prendas de abrigo se las han comido con patatas fritas. Tenemos el cuerpo chungo y, el del campo, no digamos. Al contrario que otros elementos, el perfil montañoso ha dejado de blanquear. Años atrás, embarazadas alcoyanas a las que se les ocurría ponerse de parto en enero/febrero sabían que, además de las contracciones, tenían que estar preparadas para el patinaje sobre hielo durante la carrera del vehículo. Noches atrás degusté a cuerpo gentil una infusión en una terraza de la recoleta plaza a espaldas del ayuntamiento. La investigación de un científico advierte que, aunque dos grados de calentamiento parezca poco, supondrán un aumento de al menos 50 centímetros y con ello quedarán bajo las aguas en 30 años la nueva estación de buses de Alicante, las salinas de Santa Pola y el puerto de Valencia. Ojo que la predicción no está hecha a voleo, sino a través de la Matemática Aplicada. Según ésta, la reducción entre el 10 y el 20% de las lluvias en el Mediterráneo que nos contempla equivale a 25 días calurosos más al año. ¿¡25 días más¡? ¡Pero si ya ha habido jornadas de las semanas de Acuario en las que se ha sudado casi como en julio! Si este es el invierno, da miedo pensar en cómo será el verano que nos espera de nuevo y en qué temperatura registrará el mar cuando acoja a la masa que le espera. Por más vueltas que le doy, ignoro qué hemos hecho para merecer esto. ¿Un castigo por los excesos de tanto bandarra? No creo. Si fuera por eso, aún refresca demasiado.

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