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La miseria y los miserables

Aún no salgo de mi asombro al leer y releer la conversación que la exconcejal del Ayuntamiento de Valencia María José Alcón mantiene con su hijo y en la que le da en 30 segundos una «master class» sobre la corrupción y blanqueo de dinero sin que se le corra ni un milímetro el rímel. Como soy un amante de Quentin Tarantino y me seduce su forma de abordar la delincuencia en sus películas, sin juzgarla moralmente, sino que se limita a contar las cosas como son para que los espectadores decidan sobre lo que ven, reconozco que he pensado en la también mujer del exedil Alfonso Grau, imputado en el caso Nóos, como protagonista de una de sus películas. Y digo más, la veo presentándose a un casting del director americano y quitándole el papel de mala, sin pestañear, a la mismísima Uma Thurman, de lo natural como se toma estar en un partido que maneja dinero negro de, según su propias palabras, empresarios y empresas afines al PP, y de lo bien que le sale la frase central en la película que grababa la UCO de la Guardia Civil, en plena investigación de caso Taula, cuando le espeta al seu fill: «Sí, es como me dijiste una vez, y tienes más razón que un santo, en este país lo único que funciona es la corrupción». La guinda la pone rematando la conversación alardeando sobre cómo consigue que acepten un recurso contra una multa de tráfico en Calp usando como argumento «hinchar al concejal de gambas en el club náutico». Lo malo de esta tragicomedia que protagoniza el PP de la Comunidad Valenciana -y que ayer vivió un nuevo episodio con la rueda de prensa de Rita Barberá, donde en resumen vino a decir que ella no sabía nada, no había visto nada y no va a dimitir ni aunque se lo pida el "sursumcorda", que no es el caso- es que no estamos ni mucho menos ante una historia de ficción, esto es la vida real y aquí ha coincidido la peor crisis económica sufrida por este país en toda su historia con la época de mayor inflación de mangantes que ha padecido esta tierra, con lo que se ha producido la paradoja de que mientras unos recibían regalos de marcas de lujo, subían en ferraris y se iban de viaje a gastos pagados en aviones privados; otros se apretaban el cinturón, perdían su trabajo y se quedaban sin casa por no poder pagar la hipoteca. La miseria, frente a los miserables. Las dos Españas del siglo XXI.

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