Pasa julio engallado, altivo, tórrido y propicio para todo tipo de requiebro lechuzo que decía el diablo cojuelo, el cachondo personaje de Vélez de Guevara. Ya se sabe que los calores producen escocedura inguinal, diarreas alternativas y prurito de bajo vientre que invita a la coyunda desenfrenada o al pecado solitario y en sosiego. Pero este julio denso y casi masticable, en lugar de felices ayuntamientos carnales está vomitando sangre y regando las calles con escombros humanos. Decía el poeta Blas de Otero, bilbaíno recio y escarmentado que ésto es ser hombre, horror a manos llenas (sí, ya sé que me pongo muy pesado con las citas). Si el ilustre vate hubiera resucitado y vivido los horrores de este verano, se hubiera vuelto a la tumba con las manos en la calavera. Y es que no me canso de decirlo: revivimos la Historia una y otra vez porque no nos tomamos la molestia de revisarla. En este caso se nos ha ido la mano y nos hemos ido muy lejos en el tiempo. Estamos bebiendo con avaricia la bilis negra de la edad media, mordiendo el polvo de las cruzadas. El quinto jinete es la ignorancia, el analfabetismo. Nos quitan a Platón y nos ponen a cazar Pokémon, porque el vasallaje es más dócil cuando está entretenido en gilipolleces que cuando cultiva el criterio con un libro. Pan y circo y fútbol y tele-vómito y majaderías virtuales. Huele a Roma profunda, suenan por las esquinas los cascabeles de los leprosos, vuelven los amanuenses a dibujar bestiarios. Y las guerras de religión, o así. Nos matan en el nombre de entelequias. Vendemos las armas con que nos asesinan. Arrasamos países a la caza de armas de destrucción masiva, negras como la pez, untuosas como el jarabe. Estamos en severo riesgo de acostumbrarnos a la atrocidad, a la muerte en casi riguroso directo. Pasan delante de nosotros lapidados, decapitados, aplastados, bombardeados y cuando la barbaridad se convierte en rutina matamos un poco más a la esperanza. Un loco anda suelto en el país con más poder destructor del mundo. Otra vez se repite el ciclo histórico.

Siempre que han venido mal dadas se ha votado a un loco que ha acabado de cagarla (con perdón) En este país en que la mitad de sus ciudadanos está a uvas y la otra mitad flipando gambas, se ha votado al partido más turbio de la democracia (corrupto ya está muy sobado), ahora mismo está procesado por obstrucción a la justicia y dejar hechos unos zorros a martillazos unos cuantos discos duros comprometedores.

Este julio bochornoso y caótico, con su estela de cadáveres y su macabro elogio de la locura, con sus silbos premonitorios, nos mete de hoz y coz en un barullo de líneas al aguafuerte donde Goya escribió: «Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer». ¿Ven como todo se repite?

Decía mi paisana Carmen Martín Gaite, en la ilustración (les juro a ustedes por mi honor que ésta es mi última cita): «La gente lleva los ojos puestos en el vacío, como si fueran pájaros disecados».

Pues bien, este estorino rechiseco y atónito, servidor de ustedes, les desea un buen verano a pesar de tantos y tan bestiales pesares. Con Dios.