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¡Váyase, señor García!

El plazo para que nos vayamos puede oscilar entre un día y un año», declaraba el presidente del Elche, Diego García, nada más conocer, a través de la radio, que la oferta catarí era la elegida. Todavía no ha entendido el máximo dirigente franjiverde, ni tampoco sus consejeros, que cada segundo que pasen en el club es perjudicial para la entidad. El discurso de que desean salvaguardar el interés del Elche ya no cuela y se lo cree muy poca gente. Lo ideal es que la transición, hasta la llegada del nuevo propietario, quedara en manos del administrador concursal y del Ayuntamiento y, si me apuran, de Juan Serrano y José Alberola, que ya han demostrado que la única bandera que enarbolaron, cuando estuvieron dentro, fue la del Elche CF. Tampoco estaría mal que rompieran su silencio Diego Quiles, Francisco Borja, Andrés Alonso y muchos otros que se vieron engañados por el actual consejo o, por los señores a los que sirven (José Sepulcre y compañía), y que han preferido no dar la cara por el club que aman o se han quedado al margen. Otros, desde su humildad, sí que se revelaron a pesar de que eran conscientes de que luchaban contra un monstruo difícil de superar. Una palabra de los representantes de la vieja guardia puede significar que el aficionado vuelva a ilusionarse. La llegada de un inversor extranjero ha sido bien recibida, pero faltan todavía muchos pasos que dar para cerrar la época más nefasta en los 94 años de historia del Elche CF. El primero, sin duda alguna, debe ser el de la marcha del consejo actual. Parafraseando a la repetida cita de José María Aznar a Felipe González, la afición franjiverde, en su gran mayoría, no duda en expresar: «¡Váyase, señor García!». Y junto a él debe desfilar un consejo que vive enrocado en su entelequia.

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