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Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

La pinza

Aunque estamos en un mes sin «r», teniendo en cuenta que uno de estos días iré a Galicia, la pinza que más me atrae es la de algún confiado crustáceo de las Rías Bajas. Sin embargo hay otra que llama mi atención, tanto por lo que puede suponer de aldabonazo como por el descoloque que ha provocado entre los partidarios de la paz de los cementerios y que todos se queden calladitos que están más guapos.

Parto de la base de que cualquier movimiento que deje ojipláticos a los políticos ?a cualquiera de ellos- me pone. Si encima se quedan descolocados cual liebre deslumbrada por los focos de un coche, mejor. Luego ya entraríamos a valorar la conveniencia de determinadas acciones y reacciones, si están todos los que son o son todos los que están, e incluso si no hay cadáveres que mejor quedarían convenientemente enterrados para no apestar al entorno. De momento la descolocación en los alrededores del Palau de la Generalitat ha sido de órdago, porque que las asociaciones empresariales de Castellón y Alicante se hagan una foto escenificando ser la pinza de la autonombrada patronal autonómica a la hora de disputarse la representatividad, no les ha gustado un pelo.

Yo les entiendo: es mejor tener controlados todos los hilos que tener por ahí versos sueltos que te puedan liar el palangre. Cualquier político al mando tiende por naturaleza al pensamiento y al interlocutor único. Lo que Roosevelt decía del dictador Somoza: «Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». Fuera de calificaciones morales por ser hijo o hija de una trabajadora del sexo mercenario, la idea es de cajón: por muy malo que alguien pueda llegar a ser, con uno solo es posible negociar y llevártelo al huerto. Ya saben, damas y caballeros, que todo en el mundo está en venta. Lo decía Onassis: «La mayoría de las cosas se pueden comprar con dinero» ¿y las demás?, le argumentaban, «pues las demás, con muchísimo dinero».

El proyecto heredero de la CIERVAL me chirría lo mire por donde lo mire. Imagínense que hay una pastita ?no es la que era, pero menos da una piedra- que por una asombrosa Ley de Participación Institucional la Generalitat concede graciosamente a la Confederación de Asociaciones Autonómica más representativa. CIERVAL cierra acuciada por las deudas que, se supone, tendrán como origen la mala gestión, y no me voy a poner a rebuscar quiénes son los responsables ?por lo menos hoy, que es verano, hay una humedad brutal, y repasar cuentas se hace muy cuesta arriba- pero los hay, les aseguro que los hay. Milagrosamente tras el cerrojazo, la patronal de Valencia asegura que ellos se han convertido por revelación divina en la que agrupa a todas las provincias, quieran éstas o no. Ah, y que se quedan la pasta. Oh, y que de las deudas responda el cielo y no yo.

¿Es cosa mía o parece muy fuerte el planteamiento? Pues ahí estamos. Como llevaba en su portada la revista humorística «La Codorniz»: «La patronal autonómica más audaz para el empresario más inteligente». ¿Pensarán que se han removido los pilares de las provincias que no son Valencia?, pues tampoco mucho, algunos de hecho se fueron rápidamente al cap i casal a ponerse en cola para pedir su parte del botín.

Hasta la semana pasada. Los presidentes de CEC (Castellón) y COEPA y CEPYME (Alicante) bajaron del Monte Ararat cargados con las Tablas de la Ley, y con voces tonantes anunciaron que iban a poner en marcha su propia patronal autonómica alternativa. «¡Rayos y centellas!, ¿Qué es aquesto?», se oyó jurar en arameo en Valencia. «¿Quiénes sois que mi paz perturbáis?», gritaban.

Al crujir de dientes le sustituyó la perplejidad, el «¿ahora, qué hacemos?, vaya lío». No me gustaría estar en su pellejo, porque me malicio que la Generalitat se las va a ver negras para justificar que la CEV es la patronal más representativa, cuando agrupa únicamente a una provincia, aunque tenga asociados de otras, y la nueva tendrá dos de tres. Hombre, de prisa y corriendo se podría fundar una COEPA 2 (r), como se hacía en las escisiones del GRAPO, que ya no les cabían más paréntesis para dar a entender que eran los mismos pero reformados.

Claro que una confederación provincial no se crea de la noche a la mañana y, se supone, que para fundarla se necesita contar con asociaciones empresariales de más de dos sectores. Aunque la pusieran en pie, el discurso es complicado de vender: «Mira fulanito, tú que presides la asociación de fábricas de rabillos para boinas, ven con nosotros». «Ya, pero es que soy de Castellón y me viene mejor estar en la Confederación que defiende mi provincia». «Bobadas: las provincias están muertas», le contestarán.

Me da a mí que el asunto va a tener recorrido de aquí a final de año por el empeño de manejar a unas organizaciones empresariales que están huérfanas de recursos, como estructuras, pero que mientras no se las quiten por decreto siguen teniendo funciones. Está por ver si sindicatos y patronales siguen siendo vistos como males necesarios por trabajadores y empresarios, o si directamente cada individuo prefiere solucionarse solo sus problemas y que al resto le den.

No tengo claro que unas estructuras que nacieron con la Revolución Industrial tengan futuro en las nuevas eras tecnológicas y globales en las que hemos entrado y, si me apuran, tengo muchísimas dudas sobre el provincianismo, pero ese no es de momento el tema, y sustituir lo malo por lo peor no lo considero una opción.

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