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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Unos regates de relumbrón

Hace un quinquenio que el Camp Nou grita «¡Independència!» al llegar el minuto 17 con 14 segundos, en conmemoración del 11 de septiembre de 1714, fecha en que Cataluña perdió la Guerra de Sucesión. De ahí el conocido aforismo «¡Visca Catalunya, manque pierda!». El 7 de octubre de 2012, en que el propietario del terreno recibía lógicamente al Madrid, se aprovechó el clásico calentamiento para desplegar en inglés «Cataluña, nuevo Estado de Europa», lo que provocó que ya entonces el alcalde convergente de Barcelona, Xavier Trias, confesara sentirse orgulloso del anuncio enviado al mundo. O lo que es lo mismo: que, de ahora en adelante, de convergencia, poca.

Gran parte de la grada se enciende con el eslogan y, en la siguiente jugada, corea el nombre de quien ha dejado claro que, si el prucés saca la competición del establishment que goza, él puede irse sin problema alguno con tal de no bajar peldaños. Y ambos, que representan propósitos tan poco comunes, son vitoreados con treinta segundos de diferencia, que es el tiempo que necesitan los sentimientos para ponerse a cien.

Messi, sin embargo, ha precisado de bastante más para convencer a todo el orbe de que es el más grande de la historia. Y lo ha necesitado por carecer de las leyendas que acompañan a los astros. Ni ha salido del arrabal ni pasó por el Cebollitas ni sublimó su figura con los dos episodios frente a Inglaterra. No, Leo es un dios de plantilla que deja boquiabierto al más pintado cuando se pone en marcha en la oficina y, una vez con la pelota, abre el periscopio y avanza posiciones. «¡Madre mía, dónde irá!», se preguntan los contrarios.

Y sí, Puigdemont ha superado el registro porque, en su caso, se lo preguntan hasta los proclives. Con los oponentes estáticos, tiene a todo quisque pendiente. Desde que abandonara la mejor Liga del mundo, nadie sabe por dónde puede salir. Es anormal que, sin ser Messi ni de lejos, esas filigranas estén a su alcance. Y lo chocante no es que le dé igual a Rajoy, sino al soci.

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