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Con la Iglesia hemos dado, amigo Sancho

En el capítulo IX del primer libro de El Quijote, Cervantes nos cuenta como tras una larga y penosa caminata, el Ingenioso Hidalgo y su fiel escudero Sancho llegan a la iglesia del Toboso creyendo en todo momento que llegaban a un grandioso castillo. Al darse cuenta del error Don Quijote exclamo: «Con la iglesia hemos dado, amigo Sancho». A parte de las distintas interpretaciones que se la dan a las palabras de nuestro ilustre Caballero, imagino que algo similar tuvo que decirle Vicent Marzà a Miguel Soler, o Soler a Marzà, tras recibir la noticia del Tribunal Supremo valenciano que les obliga a ofertar la religión como optativa específica en segundo de Bachillerato. No es de extrañar que le dijese: «Con la iglesia hemos topado, amigo Vicent».

A diferencia de nuestra peculiar pareja cervantina que no eran conscientes de su error hasta que se dieron de bruces con el edificio religioso, Marzà y Soler sabían que estaban cometiendo un error, una ilegalidad. Ellos sabían o deberían saber que en marzo de 2018, un mes antes de hacer público el decreto que regulara el funcionamiento de los centros educativos valencianos el próximo curso, el Tribunal Supremo tuvo que recordar a los extremeños, que tampoco ofertaron la religión durante dos años, que por los acuerdos de 1979 entre España y la Santa Sede y por una serie de leyes estatales, todavía en vigor, la religión católica tiene reconocida: «su obligatoria oferta en todos los niveles educativos, si bien su elección es voluntaria para todos los niveles».

El tándem Marzà-Soler saben que saltarse o bordear leyes, que no son de tu agrado, trae como consecuencia que tarde o temprano te obliguen a volver al camino de la legalidad, como así ha sido. Lo que para el Consell Educativo Valenciano ha sido fácil salir del entuerto en el que ellos mismos nos han metido, bastó con mandar una orden interna a todos los centros de Secundaria, apenas dos días antes de finalizar julio, donde se le indica que, ahora sí, hay que incluir la religión como optativa en segundo de Bachillerato, para los centros educativos es todo un cúmulo de despropósitos. Los equipos directivos tendrán que tirar a la basura todo el trabajo realizado en julio, tendrán que abrir un periodo extraordinario de matriculación donde chicos y chicas de segundo de Bachillerato tendrán que volver a elegir dos optativas específicas, ahora incluida la religión, tendrán que elaborar nuevos horarios, tendrán que elaborar distribución de grupos y de aulas y tendrán que olvidarse de buena parte de sus vacaciones. No me gustaría estar en la piel de cualquier miembro de un equipo directivo de un centro de Secundaria, teniendo que rehacer todo el trabajo de organización de un curso y bajo lemas que digan «Este Instituto es aconfesional, abierto, libre y democrático». Todo para que en los titulares de las noticias del 11 de septiembre, un día después del inicio de curso, sean «Sin novedad el inicio de curso 2018/19».

Si fuera poco con la religión en Secundaria, en Primaria tampoco se van a librar del tema religioso. Religión, ahora islámica, que de forma experimental el próximo curso se implantará en algunos colegios valencianos. Todo desoyendo a una buena parte de las comunidades educativas que apuestan de una vez por todas por una enseñanza pública laica, alejando los adoctrinamientos religiosos de las aulas y de la docencia.

Mientras se sigan manteniendo los acuerdos con la Santa Sede, firmados apenas cuatro años después de la muerte del dictador y no se deroguen leyes, seguiremos siendo incapaces de aportar nada nuevo y año tras año, curso tras curso, seguiremos dándole vueltas al mismo tema. Y es que en la relación entre educación y religión, con el permiso de Joaquín Sabina y Fito Páez, ya llueve sobre mojado.

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