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Es el odio, otra vez

El primer semestre del año 2018 deja cifras de incidentes y delitos de odio muy preocupantes en la Comunidad Valenciana. La realidad es que las agresiones a lesbianas, gais, bisexuales y personas trans siguen creciendo y las víctimas viven en soledad las agresiones sin encontrar los recursos para denunciar. La Agencia Europea de Derechos Fundamentales cifra en un 10 por ciento solo los casos que se denuncian, siendo por tanto probable que cada día se produzcan en la Comunitat Valenciana entre tres y cuatro agresiones a personas por su orientación sexual o su identidad de género.

Ante el miedo a revelar su situación personal, su orientación o identidad, o sentir el cuestionamiento de la policía y de los tribunales, la víctima en muchos casos decide no denunciar. Esto produce en los agresores un sentimiento de impunidad. En los tribunales, las pocas denuncias que se dirimen, generalmente no se resuelven con el agravante de discriminación, por lo que produce frustración en las víctimas y empodera a los agresores.

Los datos preliminares referidos al primer semestre de 2018 del Observatorio Valenciano contra la LGTBIfobia cifran en un 20 por ciento el aumento de agresiones en la Comunitat Valenciana. Las víctimas son generalmente chicos jóvenes gais y bisexuales entre los 18 y los 25 años y, el agresor suele ser un varón solo o acompañado, rondando los 40. Las agresiones que se han registrado durante la mitad del año han sido físicas con lesiones, acompañadas de insultos y amenazas. En el caso de la transexualidad, se siguen registrando continuos insultos, desprecio, rechazo y actitudes discriminatorias. En el mes de julio, once nuevos casos se han producido en lo que, sin duda, ha sido el peor mes registrado desde que se ha creado el Observatorio. En Benidorm, Burriana, La Vila Joiosa, Santa Pola o València, es decir, en la totalidad del territorio, se han producido agresiones con lesiones que dejan un total de 18 víctimas en tan solo 30 días.

La diversidad se sigue entendiendo como una amenaza, los discursos de odio, la falta de interés político en solucionar la violencia, el ascenso de las actitudes discriminatorias contra otras culturas y etnias generan una cultura de odio y discriminación. La falta de iniciativas educativas que pongan la diversidad en las aulas como un valor y una oportunidad educativa sin duda contribuye a provocar que nuestra realidad sea siempre más difícil y penosa. Poner en la agenda política la diversidad es una emergencia.

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