La gente suele preguntar con frecuencia con qué grado de alcoholemia es una infracción administrativa y con cuánto es delito. Pero la respuesta es que el grado debe ser 0,0. No hay otra forma de medir las condiciones en las que el conductor puede subirse al vehículo, porque no se trata de saber si se topa con un control de la policía local o guardia civil, si se tratará sólo de una multa o retirada de puntos, o será algo más grave, que podría llevar hasta pena de prisión.

Porque el objetivo es concienciar a los conductores de que, si se bebe, por poco que sea, quien debe conducir es otra persona. Siempre, claro está, que ésta no haya bebido nada, porque esta es la fórmula óptima de salir; es decir, que conduzca quien no ha probado una gota de alcohol. No se trata de hacer cálculo de «hasta dónde puedo llegar», porque ello supone mentirse a sí mismo.

Para ir incrementando estas labores de concienciación, la DGT sigue potenciando su acertada política agresiva de impacto en los televidentes con anuncios que lleguen a la mente del conductor. Así, tras aquél en que se le preguntaba a los conductores si ante un accidente de tráfico mortal con culpa de uno de los conductores quién prefería ser si el muerto o el responsable del accidente, que sería condenado, ahora está saliendo otra publicidad, igual o más agresiva que ésta, en donde se ve la imagen de la persona responsable del accidente, o la víctima, como si estuviera dentro de un ataúd y detectara cómo le están echando la tierra encima para enterrarlo.

Puede ser muy duro, pero hay que despertar, de una vez por todas, las conciencias de los conductores imprudentes que se toman la carretera como si fuera un videojuego. Sí, porque esta es la forma en la que parece que se introducen en una carretera. Como si fuera un juego de internet, en el que pase lo que pase a ellos no les ocurrirá nada. Y hay que decirles que están lejos de la realidad, ya que la vida no es un videojuego. Y si una persona consume drogas y/o bebe alcohol y, a continuación, se pone el frente de un volante estará poniendo todas las papeleras para matar a alguien, o matarse a sí mismo. Y para comprobarlo no hay nada más que salir a cualquier carretera, sobre todo ahora en verano, y comprobar cómo conducen algunas personas, a qué velocidad y con qué imprudencia se mueven los conductores. Porque a éstos parece que no les afectan las reformas ni el nuevo régimen de sanciones penales que está en vigor ya desde el pasado mes de marzo, que castiga hasta con nueve años de prisión conductas en las que fallezcan personas por la imprudente conducta de quien conduce a exceso de velocidad, o con consumo de alcohol o drogas. Se trata de un régimen duro penal, pero que era necesario para evitar la levedad con la que se estaba sancionando las infracciones graves al frente del volante con la concurrencia de una de las características antes mencionadas.

Recordaba, así, Bartolomé Vargas, fiscal de Sala coordinador de Seguridad Vial con motivo de las últimas cifras sobre siniestralidad vial que: Un total de 5.164 personas se encuentran presas en España con algún delito contra la seguridad vial, de las que en 1.224 casos supone además su condena principal, la mayoría multirreincidentes en conducción bajo la influencia del alcohol y las drogas y sin permiso. Y que en el año 2018 se han dictado 89.264 sentencias de condena por delitos viales, lo que representa el 34 por ciento del total de condenas por cualquier tipo de delito. Estas cifras significan que se han dictado alrededor de siete mil sentencias de condena más que en 2017, lo que supone un incremento del casi el 9 por ciento. Del total de las 89.264 condenas por delitos viales, la mayoría, 56.173, fueron por conducción bajo la influencia de alcohol y drogas. Esta cifra supone un aumento de cerca del 10 por ciento con respecto a las condenas del 2017.

Esto significa que a muchas personas no les produce un efecto disuasorio el incremento de penas, o de sanciones administrativas, porque aunque les quiten el carné de conducir seguirán conduciendo, aunque cometan un delito adicional por ello. Se trata de una parte de la población que está creando auténticos dramas en muchas familias de víctimas que han tenido que sufrir que uno de estos desaprensivos acabe con la vida de un inocente que no debe asumir las infracciones de aquellos. No queda otra, pues, que seguir aplicando la norma y tratar de concienciar por la DGT desde esa crudeza de la realidad dramática que inunda muchos de estos casos.