Me brota de los labios sin saber por qué. Cada vez que escucho noticias y testimonios de personas que están pasando por esta pasión dolorida que nos llega al alma y esta incertidumbre, pensando que, tal vez, no volveremos a ver a nuestros seres queridos, sin despedirnos de ellos y terminar sobre el túmulo helado de una pista de hielo, sin nadie que le rece, que le diga adiós o recordarles, en su último momento, cuánto se les quiere. Y me digo a mi misma, como buena alicantina: Faz Divina, ¡Misericordia!

Misericordia y perdón porque algo muy grave hemos hecho este planeta para que caiga sobre nosotros esta maldición bíblica llamada coronavirus. Paradójico. Coronavirus, como si fuera una autoridad y su poder «coronado», el rey de los virus, el que asfixia y mata: el que no distingue personas, edades, ideologías ni razas. Es entonces, cuando me viene a los labios: Faz Divina, ¡Misericordia!

Salvo excepciones, los alicantinos estamos bajo llave en nuestros domicilios, con el temor de que cada día notemos algo diferente que nos alerte de que estamos infectados. Hemos prescindido de lo más cultural, tradicional, devoto. La Semana Santa, las Hogueras y a saber qué cosas más.

La llaman La Peregrina. Tal vez este año aciago, lleno de tribulaciones, de cambios, de prisas, de angustias, estrés e insatisfacciones, necesitábamos hacer un alto en el camino, pero no de esta manera, encerrados o en la cama de una UCI. Un peregrinar que aún no sabemos a dónde nos va a llevar.

La llaman La Peregrina. Tal vez desde hace siglos, desde Mosén Pedro Mena, cura de San Juan, y hasta que la sacaron de un baúl para paliar la peste que asolaba a nuestra ciudad, o la gran sequía que produjo enfermedades y fallecimientos por hambre. La Peregrina, guardada celosamente por las monjas de clausura, en el Monasterio de la Santa Faz o de la Verónica, ha pasado por etapas de la historia donde siempre ha habido personas que la han defendido, sabiendo la devoción de los alicantinos. Gracias a ellos, todos los años vamos a verla, admirarla y rezarle.

Este año tal vez no sea así. No podremos ir a verte. Pero si los milagros existen, tal vez sea ella la que recorra los hospitales, se deje ver por nuestras calles para dar aliento y esperanza a los afligidos.

No sólo a los vecinos que habitan las casas en su encierro, sino a todos aquellos que están dejando la vida cuidando a los enfermos, personal sanitario, a todos los que están ingresados, en la más absoluta soledad. A las Fuerzas de Seguridad, a los que no cierran puertas y siguen trabajando. Para nosotros, para ellos, que tanto necesitamos tener fe y transmitir Esperanza. Faz Divina, ¡te necesitamos!

Si este año no nos es posible ir a verte, tú, que llevas el nombre de La Peregrina y encierras el lino Santo con la imagen de Jesús caído, apiádate de tus alicantinos. Ven a vernos. Extiende tus bendiciones. También nosotros, cuando peregrinamos hasta el monasterio, es porque te adoramos. Que no hay diferencias de ideologías, creencias. No es patrimonio sólo de los católicos practicantes como así se demuestra con los cientos de miles de personas que te visitan. Solamente vamos a verte y poder decirte Faz Divina, ¡Misericordia! Y te contamos nuestro penar, y te pedimos salud para los nuestros. Hoy y ahora necesitamos tu ayuda, como aquella vez? como cada vez que sufrimos hecatombes como estas, aquí en tu Alicante y en todo el planeta. Y hágase tu voluntad.