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Antonio Amorós Sánchez

Antonio Amorós Sánchez

Exconcejal de Cultura y Fiestas

Joaquín Serrano

Una semblanza es la descripción moral y física de una persona, a veces acompañada de ciertas referencias biográficas relevantes. Pero esta descripción adquiere importancia cuando la persona transciende y entronca con la vida de los demás, es decir, cuando conecta con un grupo social determinado e influye en el desarrollo de sus actos, comportamientos y sentimientos, mejorando los principios éticos de convivencia y de relaciones mutuas.

Esa personalidad, esa forma de ser fue la mejor herencia, el mejor legado que Joaquín Serrano nos ha dejado: una educación moral y cívica que ha sido el principio y fundamento de su vida, de su actividad como ciudadano. Y si ha ello le añadimos su gran pasión por el Misteri, la lectura, la pintura, la música... nos encontramos con un hombre apasionado por el conocimiento, que luchó incansablemente, como presidente del Patronato del Misteri para que La Festa fuera reconocida a nivel mundial como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Un buen ejemplo de ello ha sido su trayectoria personal, llena de sacrificio, de bondad y laboriosidad, no solo en la vida privada sino, enfáticamente, en la vida profesional como traumatólogo, porque desde el ejercicio de su profesión ha cantado como nadie las excelencias del amor, la justicia y la solidaridad; siempre dispuesto ayudar a todos, especialmente a los que más lo necesitaban. Su prudencia y ecuanimidad ha marcado una huella, una huella imperecedera de la sencillez, del amor y la lealtad. Un amor que se agiganta con la eterna canción, su canción permanente de adhesión para con los otros y su lucha siempre presente en todos sus actos por ayudar a favorecer la convivencia, las relaciones de respeto y de mutua comprensión. Aún recuerdo la peregrinación de cientos de ilicitanos hicieron a Torre Ciudad, liderados por el arcipreste de la basílica A. Hurtado, portando una Virgen de la Asunción para que presidiera un lugar en la Iglesia de ese complejo. Joaquín allí estaba con todos como un devoto ilicitano más, ayudando a que todo transcurriera correctamente. Yo mismo, como representante del ayuntamiento pude comprobar el compromiso de Joaquín con sus paisanos.

Joaquín bebió de la fuente de la vida y de la experiencia donde el amor adquiere la dimensión necesaria para celebrar con todos los hombres y mujeres la buena disposición personal para el predicamento y defensa del interés social y colectivo.

Dicen que el arte es un modo que tiene el hombre de rescatar su propia grandeza oculta. Y es muy razonable porque el primer deber de un hombre es desarrollar lo que posee, todo aquello en que él mismo pueda convertirse, sobre todo cuando en ese hombre se encuentra un alto porcentaje de sensibilidad humana como es el caso de Joaquín Serrano.

En la historia de un pueblo convergen cientos de pequeñas historias. La historia de un pueblo la componen todos y cada uno de sus habitantes y Joaquín Serrano no solo ha contribuido con su vida profesional a fortalecer y ampliar la historia de nuestro pueblo sino que él mismo, como otros ilicitanos singulares, forma parte del paisaje de nuestra querida y entrañable ciudad de Elche. «Ningún gran hombre vive en vano; la historia del mundo no es más que la biografía de los grandes hombres».

Joaquín, nos ha dejado. Luchó contra la adversidad mientras le quedó aliento, y procuró tener presente, a pesar de los momentos de infortunio y de tristeza, que la medida del amor es amar sin medida.

Gracias Joaquín por tu generosidad. Y que tu recuerdo se convierta en una inolvidable canción. En una suave música que empuje el viento para que pueda expandirse, propagarse y llegue el sonido a todos los rincones del mundo.

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