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Francisco Javier Amérigo Moreno

Sinhogarismo en las grietas del sistema

Nada es para siempre, puede suspirar un callejero, una persona sin hogar después de no haber superado un suceso traumático de su vida: una ruptura emocional, una depresión, la muerte de un familiar querido, el desempleo, familias desestructuradas en origen, etc… Y es que, vienen a darse una media de entre 4 y 5 sucesos traumáticos, los que nos acompañan a lo largo de nuestras vidas frente a los 7 de nuestros semejantes en la calle. La diferencia entre un lado y el otro de nuestro bienestar emocional y profesional, como se podrán imaginar, pende de un hilo.

Y ese hilo se puede sostener, bien por apoyo familiar (si lo tienes), bien por los servicios sociales (si dependen y apoyan en de los criterios de sus técnicos). Hasta la fecha, qué puedo decir que muchos sobre el terreno no sepan. Porque la realidad en muchas ciudades como el caso de Alicante, se nos presenta desolador.

Fue el pasado mes de julio cuando una pequeña asociación como ReAcción Solidaria, emitió queja y ruego al Sindic de Greuges debido a la actuación del cuerpo de la policía local para desalojar en este caso, del Puente Rojo, las pertenencias y enseres de los desfavorecidos que allí pernoctan y se sienten de alguna manera seguros del infierno de las calles y de las noches de la ciudad. La falta de respeto hacia quiénes lo han perdido todo, incluso la autoestima. Se les despojó de sus mantas y sus enseres para invitarles a marcharse de ahí, ¿para qué?, para irse a ninguna parte. Solo necesitaban de sus mantas. No estamos hablando de perros, de gatos… hablamos de seres humanos, de semejantes a los que no se les proporciona alternativa alguna. Parece ser que ese ruego y queja presentados, ha caído en saco roto, ya que este mismo mes de Octubre ha vuelto de nuevo ese acoso para llegar a ninguna parte.

Bien lamento que concejalías como la de Acción Social y la de Seguridad, actúen o en su caso, dejen de hacerlo, como compartimentos estancos frente a esta dura realidad. Está visto y demostrado que ya no es solo una cuestión presupuestaria para atajar y erradicar los problemas sociales, sino también una cuestión de falta de educación cívica y de empatía.

Repito, que una situación de esas características pudiera sucedernos a cualquiera. Porque a nivel asociativo, no trata la cuestión de tomar las riendas del problema con su voluntariado, porque las decisiones políticas les hacen víctimas con sus sesgos de esas acciones. Mucho tenemos que aprender de cómo adecuar la resolución de un problema social. Mientras en otros países las ciencias del comportamiento forman parte de los procesos de toma de decisiones a través de los BIT (Behavorial Insight Teams), aquí la mayoría de las decisiones técnicas que luego políticas sobre la manera de actuar hacia los más desfavorecidos, han dejado de lado las ciencias del comportamiento.

Hay una máxima en Ciencia Política que afirma que una mera ley u ordenanza no garantiza su cumplimiento. Por supuesto, las corporaciones públicas disponen de herramientas para garantizar que así sea, desde la sanción económica hasta el uso de la fuerza, como así sucedió, pero éstos deben ser recursos extraordinarios para casos excepcionales ya que algo que no va a ser efectivo está llamado al fracaso. Y combatir de esa manera la exclusión social es un fracaso que parte desde las decisiones de las propias concejalías.

Puedo dar pistas de otras maneras fáciles de esconder el fondo de los problemas sociales debajo de la alfombra. Está el caso de la arquitectura hostil cuya misión principal es la de evitar la ocupación de los espacios por personas sin hogar. Sus mecanismos son sutiles, pero si se presta atención podemos apreciar un aumento de bancos con diseños “originales”, con superficies de apoyo curvas, reposabrazos intermedios o directamente con un formato individual, para impedir que nadie pueda dormir en ellos. También han aumentado las bandas de pinchos o picos salientes en superficies como escalones, alféizares o patios cubiertos, y las rejas en soportales y zonas cubiertas.

¿Serían estos mecanismos una solución al problema? A un nivel particular de propiedad, es posible que sí, pero a un nivel general de espacio público, desde luego que no. Obviamente, la pobreza y el sinhogarismo no van a disminuir por estas medidas hostiles, sino que, de hecho, los vertiginosos cambios en los modelos sociales, tecnológicos y económicos están aumentando las tasas de pobreza y dejando a mucha gente fuera del sistema. Hay que observar, además, que conforme vemos aumentar la desigualdad social asistimos a un fenómeno de segregación del espacio público y de los ciudadanos, donde queda cada vez más claro quién no es bienvenido. Esta segregación repercute no solo en las personas sin hogar, sino en toda la sociedad. Por una parte, porque las personas sin hogar también forman parte de la sociedad, y su invisibilidad manipula nuestra visión de la realidad.

Desde aquí, reivindicar las estrategias de acceso a la vivienda, cuyo problema principal es la escasez de recursos y proponer mientras tanto abrir pequeños espacios de acceso directo en cada barrio para que las personas sin hogar puedan vivir dignamente hasta que les sea concedida una vivienda social. Por tanto, visibilidad y también compromiso.

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