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Justo Gil Sanchez

Desparrame de acontecimientos

Charlie Chaplin fue uno de los genios que usó este tipo de baile.

La vida es devenir de acontecimientos poliédricos. El inolvidable Chaplin ya nos decía que “hay una cosa tan inevitable como la muerte: la vida”. Nos ha tocado en suerte vivir una gran zozobra - la guerra incivil que sufrieron nuestros ancestros, fue otro episodio incalificable- que ha hecho trocar nuestro pensamiento y nuestras acciones más cotidianas. En estos momentos, el objetivo es incuestionable: sobrevivir, resistir y que pueda pasar lo más celérico posible, siendo responsables. Que no se convierta en algo estructural y anudado a la cotidianeidad.

Es evidente que el principal acontecimiento del año 2020, que nos encoge el alma, es la pandemia, que ha hecho virar el mundo, obligar a un giro copernicano de 180 grados. Pero, junto a este aquelarre infectivo, hay todo un desparrame de hechos y despropósitos que circundan nuestra cotidiana vida: la gubernamental pretensión de reforma del Poder judicial, con advertencias de Europa en el modo de acometer la misma, la moción de censura de un Vox fuera de la realidad dando coces, pero que pondrá al partido conservador en una tesitura muy difícil políticamente. Junto a estos acontecimientos se anudan las sentencias y procesos judiciales de corrupción en los aledaños del partido conservador, el zaherimiento de todo un vicepresidente gubernamental ante una exposición razonada de un magistrado de la Audiencia Nacional; una deuda pública al galope y ya descontrolada; y, por desgracia – y es la consecuencia inmediata- el incremento de las necesidades de las familias más vulnerables, con niños en la pobreza; o el mismo desnortamiento patológico sobre el grado de conocimiento de lo objetivos de nuestra clase política, con excepciones. Es bien cierto que en las grandes dificultades es cuando conocemos mejor al comandante/ jefe de un Estado o de una Comunidad. Pero también al jefe de la oposición, y su altura política.

El libro de los despropósitos podría ser rellenado de forma inmediata, dado lo proteico de la realidad que nos golpea. Lo más triste – y es lo que deberíamos evitar- es que determinadas cuestiones ya no nos sorprendan, que las deglutamos con naturalidad. Sin embargo, este escribidor no cree que se pueda fijar, ante lo expuesto, una posición contemplativa o estoica ante esta avalancha de aconteceres. La sangre corre por nuestras venas y no está demás llamar a las cosas por su nombre. A eso se le conoce con el nombre de sinceridad, que no se si yace olvidada.

Si, hay muchas gansadas políticas. Hay mucho cafre. No estaría demás fijar un carné por puntos – como en el Derecho de la circulación- del político de turno. Y cuando agote los puntos, a examinarse de nuevo, si quiere volver al redil. Naturalmente, al incompetente y al pícaro no se le debiera de dar esa oportunidad, por el bien del interes general y, por ende, de sus conciudadanos. Es cierto que nadie es perfecto, pero al menos déjense aconsejar. Que el engolamiento no dé un puntapié al consejo bien dado.

Si, hay que levantarnos, hay que erguirnos desde el dolor por los compatriotas que han perdido la vida durante estos meses de lucha contra la pandemia, desde el triste marzo de 2020. Decía doña Concepción Arenal que “el hombre que se levanta aún es más grande que el que no ha caído”, añadiendo un hálito de esperanza ante la dificultad, manifestando, firme, que todas las cosas son imposibles mientras lo parecen. Es ahí donde debemos de asirnos.

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