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Justo Gil Sanchez

Siempre es tiempo de amplificar derechos

Esta situación debe ser corregida y debe abrirse un «debate social» para pergeñar una iniciativa si no emerge desde el ámbito gubernamental

Una de las urnas de estas elecciones.

El Senado ha rechazado el pasado miércoles la toma en consideración de una Proposición de ley elevada por ERC para intentar rebajar la edad de voto a partir de los 16 años.

Se ha querido justificar, por las grandes formaciones, que no es tiempo de este tipo de reformas, que se presenta interesadamente porque se está a las puertas de unas elecciones catalanas, y la pandemia debe ocupar toda atención. Sin desconocer todos los “intereses en juego”, no es menos cierto que es perfectamente compatible el avanzar en la lucha contra el Covid así como ampliar el conjunto de derechos ciudadanos, sobre todo en los más jóvenes, a los que hay que «integrar» haciendo ímprobos esfuerzos el poder político. Máxime cuando esta cuestión se halla en el “pacto de gobierno” de coalición gubernamental. Que se pretende se tramite como Proyecto de ley que emerja del mismo Consejo de Ministros. Vale. Y que el legitimado activo sea el propio Ejecutivo. Pues, muy bien. Que la paternidad no se diluya. Pero siempre es tiempo para avanzar, nunca para detenerse. España ha sido, y es, un país pionero en la conquista de nuevos derechos y libertades. Y este debiera ser uno que se consiga en esta legislatura.

No deja de ser sumamente contradictorio que un menor de 16 años pueda tener una relación laboral (desgraciadamente, muy en teoría, por la situación económica en que nos hallamos), puedan tener relaciones sexuales con adultos, puedan contraer matrimonio sin dificultad legal alguna, pueda emanciparse de sus padres y tener autonomía, ejercer, incluso, la patria potestad sobre sus propios hijos, ser responsables penalmente a partir de esta edad temprana (Ley Orgánica 5/2000, de responsabilidad penal del Menor), en tomar decisiones que afecten a su salud( Ley 41/2002 de Autonomia del paciente), a recibir información sobre todos los aspectos clínicos relacionados con su diagnóstico, y que, por el contrario, no pueda participar políticamente en la conformación de la voluntad popular, en unas elecciones libres y democráticas. Esta situación debe ser corregida y debe abrirse un «debate social» para pergeñar una iniciativa si no emerge desde el ámbito gubernamental. Recordemos que cuando se vino en rebajar la edad a los 18 años también se pensaba que podría no haber madurez suficiente. Socorrido argumento. Hay una cierta ambigüedad en el trato para con los jóvenes, y eso debe ser trocado. La participación de los jóvenes en la construcción de este país, que denominamos “España”, es una exigencia, y que los partidos de progreso deben avalar con leyes avanzadas.  

En Finlandia, incluso, el menor, a partir de la edad de 12 años, debe dar su consentimiento si los progenitores pretenden cambiar el nombre o apellidos del referido; no puede obligarse al menor a afiliarse a una comunidad religiosa. Incluso, si sus padres están separados o divorciados puede negarse a recibir las visitas de uno de ellos.

 Hay algunos países en Europa que ya han abierto las urnas a los electores entre los 16 y 17 años. Se ha de reconocer que Austria ha sido el primer país europeo que abrió ese portón democrático a los más jóvenes, concretamente desde el año 2008. En marzo de 2018, se ha abierto en Malta. En el Lander de Bremen, en Alemania, desde el año 2011, se abrió aquél portón en las elecciones regionales y locales a los mayores de 16 años. Otros países de Europa permiten el ejercicio del derecho de sufragio condicionándole a alguna exigencia. Por ejemplo, el tener un puesto de trabajo. Es el caso de Bosnia, Croacia, Eslovenia y Serbia. En otros, a que haya una relación matrimonial por medio. Es el caso de Hungría que reconoce ese derecho anudado a la exigencia de que se halle casado el menor. En cambio, en Grecia, el ejercicio del derecho a voto se redujo a los 17 años. Como señala Savater “la juventud es el suplemento vitamínico de la anémica rutina social”. Hay que dar un generoso impulso. Hay que confiar en nuestra juventud, pero para ello debemos de ofrecerle «cualquier atisbo de oportunidad». Esta se conforma como el asidero que debe propiciar, seguro, el siguiente paso de progresión social.

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