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Luis Prats

El gafe nos da una tregua

Andaba por las oficinas de Zarandieta sin saber qué hacer. El fin de semana llega y hay fútbol en el Rico Pérez, por fin debuta el equipo. Ni corto ni perezoso, se desplaza subrepticiamente hacia el estadio. Se cuela en la zona de vestuarios. Nadie repara en él, es lo que se dice una persona invisible, el hombre gris, ni se nota ni se advierte, pasa desapercibido. No se esconde, no lo necesita, va de un lado a otro sin ser reconocido, pocos saben de sus poderes, si acaso los más íntimos intuyen algo que no es normal en derredor de su persona. Facultades que no domina pero que influyen negativamente en el quehacer diario y actos de personas y grupos. Es el gafe de Zarandieta.

Su gira por los vestuarios, su cercanía a los jugadores da su fruto, negativo, no lo que él quisiera, pero su insistencia en la proximidad con los jugadores del Hércules da sus resultados que se reflejan en el marcador. Penalti contra el Hércules en el primer acercamiento del equipo de Albelda, gol del Atzeneta, que se adelanta en el marcador. Termina la primera parte. El gafe no termina de creérselo, las cosas no cambian hasta que otro penalti pone en cuestión sus lazos con la mala suerte, es favorable al Hércules. Queda media hora, tiempo suficiente para la remontada. Borja Martínez, quiere tirarlo, tiene confianza pero pone con su intención en evidencia a David Cubillo, que se la da, la confianza, a Moyita para que éste lance la pena máxima. Falla Moyita, al palo, ajustado, pero el gol no sube al luminoso. Los casi mil no se lo creen, peso a ello no se desaniman. Este gafe nos va a hundir. Nadie lo sabe más que él.

A la desesperada, intenta cambiar la mala suerte que transmite, por aquello de que va por barrios. No sabe cómo. Se sienta tras el banquillo valenciano, su mente no piensa más que en el Atzeneta. Los blanquiazules dominan, con más fuerza y valor que cabeza, pero merodean el área de los de Albelda. Numerosos saques de esquina lo atestiguan. Parece que el cenizo ha conseguido darle la vuelta a su potencia para perjudicar, a su facultad para dañar, para descomponer. Acuña, el nuevo ídolo de la afición, aun lesionado marca el empate. Faltan quince minutos, un cuarto de hora para soñar. El gafe pone todo de su parte, no piensa más que en Albelda y todo su equipo, en especial el portero, joven brasileiro de nombre con sabor alemán Anacker. Menos da una piedra, aunque en el fondo el empate puede saber a gloria tras los acontecimientos vividos, el Hércules y la grada no se conforman. En esas, terminando la prolongación, Garrido presiona, Anacker se equivoca, Garrido atento persigue al portero y al balón, Anacker vuelve a fallar lamentablemente para sus colores, y Garrido empuja el cuero al fondo de la red. Victoria «in extremis» con jugada para ver y recrearse en la suerte, buena para el Hércules, mala para los valencianos. Está echada, no da para más, el árbitro cierra la contienda. El cenizo nos da una tregua. A partir de ya que se quede en su casa, y cuando juegue el Hércules se ponga una película. Ni a favor ni en contra, la suerte se busca en los terrenos de juego. Las películas de miedo de la Hammer, el Hércules a jugar, convencer y ganar, mimbres hay.

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