La transición a la democracia queda muy lejos en el tiempo y solo tiene algo de vida en la memoria de una pequeña parte de españoles. Era un tiempo de síes al pacto, que hizo posible la Constitución. Aunque cada uno estaba en su sitio, y este solía estar formado por convicciones verdaderas, la expectativa de un acuerdo solía hacer brotar de mente y boca un sí. Ahora vivimos un tiempo de noes. Se logran a duras penas mayorías gracias al no sé de la abstención, pero el sí al pacto está perseguido y da lugar a la caza del hombre. Hay zonas más infectadas, como Catalunya, convertida en una patria de noes (el compromiso más voceado en campaña es el veto de unos a otros), pero la pandemia es nacional: la cultura de los noes deplora incluso, como nefanda, la transición, el tiempo de los síes. Caramba, les diría uno ¡que les den! si no fuera porque su culo es también el nuestro.
