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Esa sede de la que usted me habla

La sede del PP en Génova.

Sobrevuelan mi casa los helicópteros. Tranquilos los lectores que me aprecian. No vienen por mí —de momento—. Van en busca del PP. Y es que vivo a escasos metros de la archifamosa calle Génova 13 donde se encuentra su sede desde 1983 en tiempos de Alianza Popular. Que nadie empiece a hacerme reverencias, que lo mío apenas es un apartamento de cuarenta metros del lado pobre de un magnífico edificio. De estilo modernista, con una fachada rica en detalles arquitectónicos y maderas nobles que continúan de puertas adentro en unos pocos pisos señoriales de muchos cientos de metros, y al fondo, en la humilde escalera interior, los cuartos que otrora ocupara el servicio y ahora son en su mayoría ilegales apartamentos de alquiler turístico y este desde donde servidora escribe. Este edificio es un buen retrato del país. No tan solo por el ‘arriba y abajo’ de las clases sociales, sino por mi representación de esa clase baja empeñada en sentirse media, solo por sostener algún privilegio, como la ubicación. Porque hoy en día, el grueso de los currantes no puede aspirar a más que compartir habitación en el extrarradio.

Ya lo decía el propio Casado hace apenas tres años: «El problema del Partido Popular no es ni qué sede tiene, ni un logotipo, ni un himno, ni un nombre. El problema que tenemos es de fondo. Lo que nos va a hacer reconectar con nuestra sociedad y nuestro electorado no es cambiarnos a un edificio de en frente». 

Desoyendo el consejo de San Ignacio de Loyola: «En tiempo de desolación nunca hacer mudanza» y apostando todo a la estrategia de La Mosca Tsé-Tsé: «Yo romperé tus fotos, yo quemaré tus cartas, para no verte más, para no verte más». O como escucharemos entre helicópteros a partir de ahora: «esa sede de la que usted me habla».

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